Los políticos de turno

16-03-2008.

 

Acabo de leer el artículo de Mariano ‑que suscribo en su integridad‑ sobre el Programa de Calidad de la CEJA. Al igual que suscribo lo reflejado en el artículo de Diego: “¿Quién es Juan?”.
Dado que es un tema de actualidad para los que trabajamos en el sistema público de enseñanza, me gustaría aportar mi punto de vista respecto a lo que el tal Programa supone.

 

 

Por mi puesto de trabajo, he tenido que seguir todo el proceso de implantación del susodicho Programa en lo que respecta a la provincia de Almería y, concretamente, a la zona del poniente almeriense.
A finales del primer trimestre, se inició el proceso mediante la presentación, por parte de la entonces Consejera de Educación, del Programa de Calidad a los equipos directivos de los centros educativos de la provincia de Almería. Pues bien, de las dos horas largas que duró la exposición, no creo que pasara de veinte minutos el tiempo empleado en la descripción del citado Programa. El resto se utilizó en un intento de “comprar a los presentes y no presentes” (en referencia al profesorado en general, a los que los equipos directivos tendrían que vender el producto). Y digo comprar, porque no se trató de exponer los argumentos y razones de por qué el producto merece la pena, sino de “ofrecer dinero”. (No entro en el tiempo dedicado a convencerles de «su importancia, de su valer, de su responsabilidad… como directivos, frente al resto del profesorado»).
“Dineuros” (puede que no recuerde bien las cantidades exactas) para el equipo directivo, si garantizaba que el profesorado, al menos el 75%, firmara el proyecto: 100% del complemento de dirección para el director y el 75% para el resto del equipo. Además de lo que le corresponde como profesor firmante del Programa.
“Dineuros” para el profesorado: 600 nada más que por firmar «y a cobrar, ¡ya!»; 1 200 para el curso que viene; 1 800 para dentro de tres años. Y todo ello sin que medie evaluación alguna. Sólo al cuarto año, para cobrar los 2 400, intervendría el Instituto Andaluz de Evaluación.
«Y no penséis que no vais a ser capaces de presentar el proyecto. No hace falta que sepáis hacer proyectos. Es muy sencillo. Sólo con entrar en la página que se habilite para ello en SÉNECA y marcar las casillas correspondientes es suficiente» (alto concepto de la preparación técnico-pedagógica de “sus equipos directivos”).
«La primera, en la frente», como vulgarmente se dice.
Una vez publicada la Orden, se convoca, por parte de la Inspección Educativa, a todos los directores de la zona del poniente almeriense, con objeto de exponer la misma, de cómo explicarla ‑“convencer”‑ a los claustros y APAs para que firmen su participación en el Programa, así como las actuaciones que se habrían de realizar para presentar los proyectos.
Mi sorpresa fue que, en las intervenciones que se hicieron por parte de los presentes (tras la disertación de los tres inspectores), en ninguna de ellas se expusiera el más mínimo juicio crítico sobre el Programa y lo que el mismo supone, en realidad, para la referida “calidad de la educación”. Pero tampoco, sobre “el burdo chantaje” que supone para el profesorado. No tuve más remedio que manifestar públicamente mi opinión.
Entre otras cosas, comencé mi exposición afirmando que: «Tras escuchar las intervenciones que se han realizado, entiendo que es muy posible que, con mi aportación, esté meando fuera del tiesto. Pero que, en conciencia, debo exponer mi opinión, al respecto».
Continué afirmando que «en mi opinión, la actuación de la Consejería para mejorar la calidad de la educación a través del Programa resulta coja, si no claramente tendenciosa, al hacer depender la misma sólo de la actuación del profesorado».
«Faltan tres factores tan importantes o más para conseguir una educación de calidad como:
  • La implicación de los padres en el proceso educativo de sus hijos y su consenso social sobre el valor de la educación.
  • El alumnado, con todo lo que ello supone (el “¿Quién es Juan?”, de Diego).
  • La Administración educativa, especialmente en lo que supone la aportación de recursos, no sólo materiales, sino, sobre todo, personales. (Por ejemplo: ¿dónde está el profesorado de apoyo para el refuerzo educativo en los centros escolares?)».
Afirmé que la inmensa mayoría del profesorado trabaja con profesionalidad, sin que tengan que chantajearle con “dineuros” extras. Y que, en el supuesto, muy poco probable, de que se «bajara el número de suspensos» (que no es lo mismo que aumentar la calidad de la educación), dicha profesionalidad quedaría socialmente en entredicho.
Por lo que respecta al “soborno” o “chantaje” económico, manifesté que, además, era un engaño para el profesorado, ya que el mismo supone la renuncia a la prórroga de la homologación salarial con el profesorado del resto de las comunidades autónomas. Y, al ser un complemento, no se consolida para el cálculo de los haberes de la jubilación. Por otra parte, según los cálculos presentados por un sindicato (si no recuerdo mal, USTEA), hay una diferencia de 150 € por funcionario en aspectos retributivos básicos (a favor de la Consejería) entre lo que supondría la subida salarial, según el acuerdo de homologación en los cuatro años de duración del Programa, y el chantaje económico que en el mismo se ofrece. Por si fuera poco, el complemento sólo lo cobrarían los que participaran en el Programa, y con «evaluación positiva del director, los padres y los alumnos».
Ni qué decir tiene que, por parte de algún miembro de la Inspección presente, se me intentó callar. Al final, se me quitó el uso de la palabra.
Pero mi mayor sorpresa fue la ovación cerrada que se oyó en el Salón, al concluir mi intervención. ¿Acaso el profesorado tiene miedo de exponer lo que piensa? Ni en tiempos de La Oprobiosa ocurría esto.
«La segunda, en la boca».
Para concluir el proceso, como sabréis, actualmente se están celebrando los claustros para que el profesorado se “apunte” al Programa. Según lo que he podido constatar, en aquellos en los que el equipo directivo está muy implicado con el “régimen andaluz”, se suele aprobar. Tengo referencias de que en algún que otro centro, en el que el claustro ha conseguido “sublevarse” a la propuesta de aceptación del equipo directivo, ha habido veladas amenazas. Y para más inri, por lo visto, es la propia Consejería (ignoro si velada o manifiestamente) la que está amenazando con no rebajar la ratio profesor/alumno en aquellos centros que no presenten el proyecto para desarrollar el Programa.
«La tercera en el pecho».
Y con ello me acabo de persignar.
¿Realmente se pretende mejorar la calidad de la educación o simplemente bajar el número de suspensos?
¿Dónde está la campaña en los medios de comunicación social, por parte de la CEJA, como un elemento más del Programa, de cara a potenciar la implicación de las familias en el proceso educativo de sus hijos, así como para potenciar el valor de la educación en el tejido social?
De la potenciación del prestigio social del docente, para qué hablar. Va parejo con el prestigio social de la educación.
¿Hablamos del profesorado de apoyo y refuerzo educativo que el Programa incluye? ¿Y del existente en los centros?
¿Dejamos de lado la burocratización del docente y de la docencia, de los programas, subprogramas, viceprogramas… transversales, horizontales, etcétera?
¿Hablamos de Juan? Hablar de Juan es hablar de acción tutorial. Sí; que últimamente se habla mucho de la acción tutorial. E, incluso, se han sacado órdenes al respecto. Pero, ¿realmente la estructura organizativa de los centros favorece una auténtica acción tutorial, y no sólo por parte del profesor-tutor? Y es que, en Primaria, ni siquiera existe horario específico para ello.
Sacad vuestras propias conclusiones. Personalmente, me gustaría conocer cómo se ha realizado el proceso en otras provincias, así como el sentir del profesorado de a pie.
Estoy convencido de que lo que funciona en los centros y de que los resultados ‑mejores o peores‑ que se obtienen en los mismos, dependen, casi exclusivamente, del trabajo callado y vocacional de la inmensa mayoría del profesorado. Y ello, a pesar de los políticos de turno.

 

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