06-07-07.
Ya sé que lo que escribo está contaminado de incredulidad y de desconfianza crónicas.
Me declaro incrédulo de muchas cosas, descreído de otras más y absolutamente relativista (cosa que sabemos está harto prohibida por la autoridad vaticana). Y también me declaro desconfiado, antagónico del optimismo irracional sembrado por los filósofos franceses de la Ilustración (¡ah, Rousseau, cuánto mal has hecho!), desconfiado de la bondad innata del ser humano, desconfiado de lo impuesto porque lo dice “la autoridad”, desconfiado de los manipuladores de conciencias, de ideas…