Tuve el gusto de conocerle cuando estudiaba Magisterio en la Safa de nuestra ciudad, allá por el curso 1971-72. Fue mi profesor de Historia. Entonces los estudios de Magisterio se estaban revolucionando… A nuestra promoción le tocó, ¿en suerte?, experimentar un cambio brusco en la enseñanza, pues en primero hicimos el curso al modo tradicional, es decir, con clases magistrales y exámenes normales; y en segundo, con el revulsivo de la enseñanza personalizada ‑como otras reformas en las que la Safa ha sido pionera y piloto‑ nos obligaron a estudiar de una forma muy novedosa, que supongo también lo fue para los profesores, pues los libros estaban en las distintas clases ‑habilitadas al efecto como bibliotecas‑ y todos los días teníamos puestas en común. La nota final era un compendio, donde se valoraba la actitud y la aptitud ante las diferentes asignaturas que nos pedía el nuevo plan de estudios…
Así me encontré de plano con la Historia que nos impartía don Jesús Mendoza, que era a base de trabajos y más trabajos, que luego poníamos en común cada sección del curso, ya que la mayoría del tiempo de la mañana o de la tarde era libre para realizarlos… Y hasta los exámenes se podían hacer en su despacho: orales ‑como si de una confesión se tratase‑ o escritos… Por entonces, don Jesús tenía gran pujanza intelectual y física: estaba haciendo el doctorado en la Universidad valenciana porque se necesitaba para el funcionamiento de la Escuela de Magisterio y él, como nunca se ha negado a nada en beneficio de los demás y de su amada Compañía de Jesús, alternaba las clases a nuestro curso con estudios y su tesis doctoral para engrandecer su sabiduría y, a la vez, tener más campo de ayuda a los demás (de lo que me he enterado en esta última Asamblea Antiguos Alumnos SAFA 2006, gracias al conferenciante Antonio Almagro). En aquel entonces, siempre se mostró gran amigo y cordial sacerdote, abierto a aconsejar y a guiar a cualquier discente ‑díscolo en su mayoría, entonces ya cerca de la ansiada democracia‑ que se acercase a su vera…
Luego nunca he perdido el contacto con él, entre idas y venidas por la Úbeda que tanto ama, y siempre me fue contando sus múltiples viajes a Guayaquil y su, siempre incondicional, disposición de ayuda a “Manos Unidas” para que anualmente se recogiese un dinero que buena función y falta hacía en cualquier parte del tercer mundo.
También recuerdo sus buenas maneras y servicios hacia cualquier necesitado de Úbeda y cómo apoyó a más de un anciano, colocándolo en el asilo de Torreperogil; o incluso, por su no disposición a adaptarse a ese lugar, buscarle acomodo en casa particular… Siempre apoyando al necesitado, aún en contra de la familia de origen que lo desahuciaba…
Gran amigo y compañero de don Manuel García Tejada, le dedicó sentidas y entrañables palabras en su misa corpore in sepulto, glosando su valía y entrega por la institución Safa, en la que él había desarrollado su vida profesional. Siempre ha sido buen samaritano, y lo sigue siendo, pues se ha desvivido por el desvalido o por la vejez más cruda, que a todos nos llegará antes o después…
Después me lo he ido encontrando por las calles de Úbeda y he visto cómo se ha ido deteriorando física y mentalmente, pues le han ido aquejando males que le han mermado su salud y su memoria. Últimamente, siempre me pregunta «¿Quién eres?»; y yo he de darle las referencias oportunas, hasta que él recuerda y ve la luz de nuestra relación.
Por ello, que ya sea “un ubetense de adopción y de corazón” es un honor para él, pero también para Úbeda; y una muestra de solidaridad y fraternidad necesaria para este hombre que ha entregado su vida, principalmente en nuestra ciudad. Seguramente se lo merece mucho más que otras personas que, aun naciendo aquí, no hemos hecho tanto por esta Ciudad de los Cerros, Patrimonio de la Humanidad, que se enorgullece de tenerlo como hijo adoptivo.
¡Enhorabuena don Jesús! ¡Enhorabuena Úbeda!
Úbeda, 2 de diciembre de 2006.