Transmitido por Manuel Ballesta Maqueda.
“Canto y canto. Y, cantando, más allá de mis penas, mi vida ensancho”.
Y hoy, desde el borde del tiempo, contaros quiero cómo me reaviva y consuela imaginarme abrazándoos en la puerta del Colegio. Y así dar suelta a mis brazos. Que casi medio siglo he vivido con el corazón hecho un palomar de abrazos reprimidos…
De haber asistido hoy, algo más que recuerdos, raíces, nostalgias os hubiera llevado. Con sentida convicción os hubiera recalcado que, en el balance final, el único dividendo activo que cuenta es el bien, el amor, la gratitud que en la vida hayamos invertido. Y de esta operación bursátil, al cabo de tantas décadas, me siento sorprendido, inesperadamente millonario. ¡Qué poco os di y cuánto me habéis devuelto…! Bien sé, consciente y dolorido de mis carencias pedagógicas, que sólo aprecio y buena voluntad dejé en el surco ávido de vuestra adolescencia trepidante. Y, tierra milagrosa, todo, todo –lo trivial y cotidiano‑ lo habéis mitificado, y en un poema de gratitud lo habéis convertido. Cuyo tema, cuando os leo u os oigo, yo bien descubro y conozco. No es mi entrega. Vuestra grandeza de ánimo es. Tanta, que os desborda el corazón y pródigos y compadecidos a mí me la dedicáis.
Aun así, gracias. Porque ¿qué hubiera sido del avasallado Burguillos sin la roca viva de sus muchachos? Más de una vez he escrito que, aun sólo por los años de Úbeda, me hubiera merecido la pena vivir. Y esos años tienen nombres y caras refulgentes como soles.
Si a la vida se viene a ser felices y hacer felices a los demás, sabedlo bien: en poco tiempo y a perpetuidad me agobiasteis la vida de gozos y auroras. Y hoy me estáis haciendo llevadero y consolado el fin. Gracias, amigos.
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Publicado en: 2005-11-03 (50 Lecturas).