Tu nombre,
quisiera escribir tu nombre,
con grafías indelebles
en la roca acantilada,
donde las lunas despeñan
sus sueños de media noche
sobre calas plateadas…
Tu nombre,
quisiera escribir tu nombre,
con humaredas de incienso,
sobre los templos atlantes
de leyendas sumergidas,
entre ánforas de cobre
y celadones de arcilla.
Tu nombre,
quisiera escribir tu nombre,
y alambrarlo sin espinos
a las crines de mis bridas,
como amarraste tus noches
a los niños andaluces,
tornasolando sus vidas.
Tu nombre,
quisiera escribir tu nombre,
cabriolando golondrinas,
en estanques de aguas quietas,
sobre nenúfares blancos
y ánsares de pluma negra
que hablan con los poetas…
Tu nombre,
quisiera escribir tu nombre,
en vidrieras burgalesas
‑sacrosantas siemprevivas‑
buriladas de arbotantes,
entre bóvedas vaídas
y ojivas de piedra herida…
Tu nombre,
quisiera escribir tu nombre,
enhebrarlo a mi memoria
y que tus años cansados,
cansados de tanta brega,
cansados de tanta siega,
sean ejemplo de mi entrega.
Tu nombre, Jesús María,
quisiera escribir tu nombre
en los desiertos del mundo,
en los portones del cielo,
en las torres recrecidas,
y las veletas pregonen
los columpios de tu vida.
Tu nombre, Jesús María,
en el pecho de tus niños
guardado con gratitud,
que rezarán mientras vivan,
que escribirán versos limpios,
por un ángel castellano
con corazón andaluz…
Pablo Utrera.
Navidad 2005.
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