Las siete preguntas mágicas

TÉCNICA
Se trata de responder a estas siete preguntas mágicas y de este modo tendremos elaborado un cuento completo.
1.ª: ¿Qué era o quién era?
2.ª: ¿Dónde estaba?
3.ª: ¿Qué dijo o qué pensó?
4.ª: ¿Qué hacía?
5.ª: ¿Con quién estaba?
6.ª: ¿Qué pasó entonces?
7.ª: ¿Cómo terminó todo?

Cuento: “LA ARBOLEDA PERDIDA”
1.ª Y 2.ª PREGUNTAS
Había salido del colegio más temprano porque la profesora de latín estaba enferma y no habían mandado el profesor sustituto.
Cerca del instituto acababan de abrir un nuevo parque. En una de sus puertas de entrada aparecían con letras rústicas, su nombre La arboleda perdida. Como tenía tiempo, decidí dar un paseo por aquel lugar, que me recordaba viejos versos de un poeta querido.
Pronto descubrí su presencia. Estaban por todas partes: en el cerro de eucaliptos y retamas que habían respetado los proyectistas de espacios ajardinados; entre las diferentes especies oriundas de la zona; en los espacios destinados al césped; junto a los bancos situados a lo largo del parque para descanso y solaz de los visitantes. Por todas partes crecían con sus múltiples florecillas amarillas, sus tallos, ramas y sus hojas pequeñas y afiladas. Lo reconocí enseguida: era un jaramago, la retama más entusiasta de todos los jardines que yo había visitado.
3.ª PREGUNTA
Como tenía tiempo, me senté en aquel banco de hormigón, algo incómodo y cerré mis ojos.
Soplaba un suave viento primaveral y entre el susurrar del viento escuché una voz que me pareció de lamento o de queja.
—¡Eh, amigo! ¿Estás ahí? ¿Me escuchas?
Había cerrado los ojos cansado de tantas matemáticas, historias, latines y comentarios de textos y los abrí, pues creí haber escuchado algo.
Miré a mi alrededor y no vi a nadie. ¡Habrá sido el sonido del viento!, pensé. Volví a abstraerme en mis pensamientos. ¿Qué haré este fin de semana? ¿Cuándo me darán el resultado del control de historia? ¿Qué pasará conmigo el próximo curso?… Perdido en mis reflexiones volví a escuchar aquella llamada.
—¿Eh tú, por qué no me respondes?
Volví en mí y di vueltas y vueltas a mi cabeza. ¿Quién me hablaba?
4.ª y 5.ª PREGUNTAS
Distraído, fije mi atención en aquel arbusto de flores amarillas que movía sus tallos y ramas como si quisiera llamarme la atención. Estaba claro, aquel jaramago quería decirme algo.
—¿Quién me habla? —respondí un poco aturdido.
—¡Bienvenido a mi nuevo jardín! ¿Te gusta?
—No está mal, —le dije.
—Bueno, pues yo los he visto mejores. Mira, tengo que hablar contigo y pedirte un gran favor. ¡Menos mal que has llegado antes de las cinco de la tarde!
—¿Por qué me dices esto? —le pregunté.
—Pues porque a partir de las cinco dejaré de estar en este espacio libre, verde, generoso y lleno de alegría.
—¿Y eso porqué? —le pregunté de nuevo.
—¡Parece mentira que me hagas esa pregunta! ¿No sabes que nosotros los jaramagos somos plantas non gratas en los jardines de postín?
—¿Qué quieres decir con esa frase? —le volví a preguntar un poco extrañado.
—Mira amigo —me respondió—. ¿Por cierto, tú cómo te llamas?
Le dije que yo era Fermín y que estaba allí porque me encantaban los espacios abiertos y llenos de naturaleza.
—Bueno, no perdamos tiempo. Nosotros los jaramagos sabemos que nunca somos bien recibidos en ningún jardín, zona verde o espacio abierto que se precie. Por esa razón en el momento que descubrimos que van a construir cualquier parque o jardín allí que nos presentamos sin que nadie nos llame.
—¡No te entiendo! —le dije—. Yo te estoy mirando y a mí no me pareces ninguna planta despreciable. Además, a mí me encantan las flores amarillas.
—Yo tampoco sé la razón —respondió el jaramago—. Pero la vida es así. ¡No siempre se encuentran explicaciones a las cosas que suceden!
6.ª PREGUNTA
—Bueno y ¿ Qué quieres que haga?
El jaramago algo triste, me dijo:
—¡No te preocupes! Esto no tiene solución. Pero si te voy a pedir que me hagas un pequeño favor.
—¿Qué puede hacer? —le respondí.
—¿Serías capaz de llevar a tu madre un ramo grande de flores de jaramago?
¿TÚ crees que le gustaran? —le pregunté.
—¡ Bueno, eso no depende de tu madre! ¡Depende de ti!
—¿Cómo puedes decir eso? —le respondí.
—Pues, muy sencillo. Debes de saber que, por lo general, todo el mundo nos desprecia, porque somos plantas vulgares, que incluso somos capaces de crecer entre los escombros de las obras.
—Entonces, ¿Por qué quieres que regale a mi madre un ramo de tus flores?
—Pues, muy sencillo; porque pienso que alguien tiene que empezar a cambiar las cosas. ¿No te parece?
—¿Y por qué tengo que ser yo?
El jaramago no me respondió.
 
7.ª PREGUNTA
Miré el reloj. ¡Es increíble; son las cuatro de la tarde! ¿Cómo se ha podido pasar el tiempo tan rápido? ¡Llegaré tarde a la comida! ¿QuÉ diré a mi madre?
Recogí rápidamente la mochila y, de un salto, salí corriendo hacia la puerta del parque. Antes de salir miré hacia atrás y pensé: Creo que si llevo un buen ramo de flores, mi madre comprenderá mi retraso.
Giré la cabeza y allí junto a la puerta había una planta enorme de jaramago. Con cuidado arranqué sus flores y las llevé a casa.
A las cinco en punto de la tarde, llegó la cuadrilla de jardineros. El capataz dio la orden:
—¡Vamos a poner en condiciones este parque! ¡Arrancad esos horribles jaramagos!

 

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Publicado en: 2004-06-10 (68 Lecturas)

 

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