Querido amigo Antonio Pedrajas

30-10-06.
(LO DE PAISANO Y COMPAÑERO SE NOS SUPONE)

 

Acabo de llegar del campo hoy domingo a no sé qué hora porque con el cambio me he hecho la picha un lío (no sé si es correcta la expresión) y, tras la ducha (que desde el verano ya tocaba) abro el rincón del café y me encuentro contigo. Fue grande mi alegría y no lo digo por decir ni por cortesía, que es mi modo habitual de hacer ni de decir, simplemente es lo que siento… y me siento a contestarte de mil amores.

 

Yo tampoco imagino qué habría sido de mí si hubiese elegido otros caminos, otra ciudad, otra mujer, otros puestos de trabajo, otros amigos… no me gusta pensar en ello (y esto se lo debo al padre Gallego, también Julio, que por cierto no sé si era padre, se ha casao o se hizo portavoz del PSOE como el padre Julio Artillo, al que tú hacías referencia en un escrito anterior, pues decía aquel no hay que gastar energías en pensar si yo hubiera…, si en vez de…, hubiera hecho…, otro por cierto, él, por lo que me consta, no era muy dado a gastar energías ni en esto ni en ello)… pero, ya tengo otro lío de lo mismo del principio…

Como de segundo: yo no quito hierro porque no he visto hierro en vuestros escritos. Te conozco bien (como o casi tu misma madre Mercedes) y por ello sé que respondiste a Dionisio exponiendo tus ideas y tu postura (chapó por ellas, aunque personalmente no esté completamente de acuerdo), que nunca pensaste en insultar ni menospreciar, y que, en mi opinión, fallaste en las formas, pero más (o menos). Tú lo dices mejor: tenemos la malafollá granaína, pero nunca la malaleche.

Así que, si quieres hacer un poco más feliz a este amigo, échate p’alante y a la vez echa tu mano a Dionisio quien, otro por cierto, me ha contado que teníais en preparación una visita nocturna a las Ramblas de Barcelona. ¿Cierto?
Cierto es que estudiamos en un colegio de pago, aunque yo no podía pagar las 300 pesetas de cada trimestre por el internado, y todos los cursos empezaba el mes de octubre con un pánico ancestral, que solo desaparecía cuando leía mi nombre escrito en la papelina de la puerta del dormitorio. Entonces, soltaba la maleta de cartón y me iba a hacerte «la petaca».
-¡La cena!
-Que ya voyyyyyyyyy.
(Mi mujer).
 Por eso, porque somos safistas, porque no nos podemos permitir el lujo de perder a nadie, ni a Dionisio Rodríguez, ni a Antonio Pedrajas (sólo con el RIP y a medias). Porque ha dicho «el profe Berzosa» que cuando nos digan el Réquiem aeternam dona eis, Domine (¿se escribe así?), no borrará nuestro nombre, sino que lo subrayará en la lista de socios. (Y hasta creo que pasaremos a ser socios honoríficos, aunque no hayamos disertado magistralmente).
Sirva de postre: Si tenéis lo que hay que tener, es decir, corazón grande (lo otro también se os supone) pasaos por este café. La mansanilla la pago yo.
Quiero confesaros que el turrón se me hace natillas, porque es la primera vez que me dedican un «disco» (leer «la cartera», leches) y os juro que estoy estrenando zapatos y que no me los quito hasta que se caigan solos a pedazos.
Porque no recuerdo quién dijo que al César lo que es del César y a Dios (bueno a Jesús), lo que es del Ferrer. Gracias eternas.
Y ese gozo sí que se puede dar en nuestra Asociación.
-Claro, ahora dirás que la cena está fría…
-¿Fría? ¡Que te crees tú eso!
Un abrazo.

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