Izquierda-derecha, derecha-izquierda: un, dos, tres

14-12-07.
En el devenir de los días, hay ocasiones en las que el quedarte anclado en el fiel de la balanza, dubitativo e inane ante las opiniones ajenas, te oxida el escaso tiempo y corroe tus principios. Es decir: que si permaneces dontancredo, como si los toros no fueran contigo, puedes ganarte a perpetuidad el oneroso y deshonroso título de “tibio”.

Y no, no tengo por qué malgastar el escaso tiempo con que las alturas me quieran tener en este hermoso valle, como para que “a modo evangélico” me asfixie, por tibio, en mi propio vómito.
Casi perplejo (y miren ustedes que llevo batallas en el periodismo de trinchera) me he quedado al leer, rumiar, cotejar, sopesar y comparar la respuesta de nuestro querido Alfredo Rodríguez al excepcional artículo que, con el título de “Fachas y rojos”, nos regalaba, hace unas fechas, Dionisio.
Este vuestro seguro servidor y safista hermano, bajo el amparo del derecho de opinión, se mete en el “sembrao”, no para arrimar el ascua a boquerón alguno; tampoco para “quitar ni poner rey”; lo hago, asumiendo mis responsabilidades, para alistarme en las filas de Dionisio, mi señor, y desertar de la tropa de Alfredo que, siendo de izquierdas, escribe como un periodista africanista al estilo de Teb Arrumi (abuelo de Ruiz Gallardón). Lo hago, insisto, para compartir el pan de Dionisio con todos vosotros y echar agua a la sal gorda e intelectualista de Alfredo. ¡En la vida hay que apostar!
Si esta página web, foro abierto entre leales compañeros y fieles camaradas, quiere sobrevivir a los avatares de nuestras plumas, lo tendrá que hacer sin apologismos exacerbados, sin petulancias excluyentes, sin alabanzas lisonjeras, sin desprecio de aldea; y sí con gracejo, aperturismo y tolerancia. Debemos torear al natural para que se pongan al pairo nuestros defectos y brillen nuestras virtudes. Nunca, entre sofistas, podemos torear con el pico de la muleta. Y ello, porque así torea cualquiera.
Creedme que he leído y releído los artículos, tanto de Dionisio como de Alfredo, varias veces y cada vez lo tengo más claro. ¿Y qué es lo claro? La claridad que me alumbra es ésta: el artículo de Dionisio es magistral, realista, consustancial con lo que ocurre, por la amplia geografía de las opciones políticas; el de Alfredo es una autoconfesión desde una izquierda que se columpia hacia la derecha pura y dura. Y en esto no hay nada peyorativo. ¿No quedamos en que la vida es un columpio?
¿A quién no le gusta el turrón de almendra? ¿Por qué, si tengo un “SEAT 600”, voy a rechazar el “Mercedes” que me ha tocado en el sorteo del barrio? ¿Por qué un hombre de izquierdas, como es nuestro presidente Chaves, tiene en el calcetín la “friolera” de tres mil euros (ni para zurcir un zancajo), mientras que cualquier concejal de una pedanía, (de derechas hoy, mañana de izquierdas y viceversa) ha sido “tan ahorrador” que en dos legislaturas se ha hecho con su casita adosada, su “chalé” en Puerto Marina y su casa rústica en las Alpujarras. ¿Ya no hay famélicas legiones? ¿Ya no se ponen en pie los parias de la tierra? ¡Quien sea de izquierdas que levante el dedo! A buen seguro que casi todos nos quedaríamos mancos. ¿Y quién de derechas? Vean, comprueben sus manos y verán que las tienen pálidas por los pulpejos y tostadas por los nudillos. ¡De tenerlas cara al sol!
Todos, amigo Alfredo, tenemos algo de bisexuales; todos, de maniqueos; todos, de cainitas y “abeles”; todos, de ángeles y demonios. ¿Por qué razones ocultas no vamos a vocear que todos tenemos algo o mucho de izquierdas y mucho o algo de derechas? La pureza de la raza es lo más fascista que existe. Por cierto que, hablando de fachas, mire usted por dónde, el más criminal de los nazis, un tal Hitler, salió de las filas de un partido socialista alemán. ¡Vivir para aprender! Los puristas sólo tiene un sitio: las rinconeras.
¿Ejemplos? Nos los da la vida misma. No hay que buscarlos, Alfredo; más aún, te digo (con tanto respeto como contundencia): tu respuesta, tu tramoya argumental, tu bomba de Hiroshima contra el petardazo de Mateo Morral, tus “témporas traseras” contra “la ramera realidad”, acaban convirtiéndose, a la postre, en un boomerang de palustre y llana.
Pongo la mano en el fuego por la anécdota con la que Dionisio ilustra ese paseo en limusina de un marxista, sin que al rojo se le ponga la jeta “colorá”. Eso es nada con la que voy a contar.
En un pueblo andaluz, cierta noche, un concejal de izquierdas (tiene nombre y apellidos), presidía una “Mesa pro-aborto”. En esa mesa disertaba sobre sus manías herodianas un tal doctor Sáenz de Santamaría y el concejal presidía. A eso de las nueve de la noche, el susodicho “rojo” empezó a ponerse nervioso y mirar al reloj compulsivamente. Al cabo de unos minutos, pidió la venia, se excusó y puso pies en polvorosa. Éste que os escribe, allí presente como corresponsal de prensa, tuvo la curiosidad de investigar tales prisas. Lo conseguí con sigilo. ¿Saben ustedes qué tareas tan imperiosas le hicieron abandonar el estrado? ¡Un triduo en la Capilla del Hospital de Andújar en honor y loor de la Virgen del Buen Remedio! Me quedé “escachifollado”.
¿Quién, a nuestra edad, no ha visto predicar sin dar trigo? ¿Quién, siendo hijo de rojo, no hizo cola para enterrar a Franco? ¿Quién no ha mitineado, cantando La Internacional con gemelos de oro en los puños, mocasines de antílope en el astrágalo y aromas de Roches en las sobaqueras? ¿Quién es capaz de afirmar que la cabra no tira al monte; más aún si la cabra es de cuna montaraz y se topa en el aprisco con una higuera brevona?
Un tocho como La Biblia en pasta o, si lo quieren, como la tripa de El capital podríamos escribir sobre esta legión de izquierdistas que sueñan con vivir como pachás; legión que se queda diezmada a la contra. Así que, amigo Alfredo, negada la mayor, paso a intentarlo con la menor.
La menor es más peliaguda y conspicua; más escabrosa: casi “maqui”. Tan así es, que podríamos hacerlo ‑como nuestro querido don Lisardo Torres‑ con unas catilinarias con sonsonete gallego: ¿Quosque tandem…?
Que no me vengan con monsergas de Eduardo Haro Tecglen cuando afirma que «quien dice no ser de derechas ni de izquierdas es porque es de derechas». ¿Es que no existe el centro?
Tú sabes muy bien, Alfredo, que tu parafraseado Tecglen era más republicano que el Rovira; y que tuvo que hacer títeres para poder vivir de la derecha, siendo de izquierdas. A más abundancia, te digo que pasó por la dura encrucijada de pedir un indulto para salvar a su padre de ser fusilado en un paredón franquista (acción que dignifica a Tecglen como hijo y como hombre); pero qué mal has elegido la cita, porque don Eduardo Haro Tecglen, ese periodista que tú recuerdas desde hace treinta años, según las Enciclopedias, era éste: «Ideólogo republicano que subsistió en una especie de exilio interior en España. Escribió fervorosos artículos a favor del régimen franquista, como por ejemplo “Oda al fundador de la Falange”».
Cuando el 18 de octubre de 2005 Eduardo Haro moría a consecuencia de un infarto de miocardio, había dejado ya escrita esta frase que te brindo: «Es más fácil encontrar muchas razones para defender lo falso que una sola razón para lo verdadero».
He ahí la última sentencia de «un rojo excepcional» (así se autoproclamaba Tecglen), que también dijo esto: «Hemos creado unas clases minoritarias, les hemos hecho creer (a los trabajadores) que el hombre feliz no tiene camisa (¡qué canallada!) y que el dinero no hace la felicidad (sí la hace)».
Visto está que este rojo, mi respetado Tecglen (como tú, mi estimado Alfredo), no vais por la acera de la derecha: pero tenéis apetencias evidentes de pisar la alfombra. Y es que la tesis de Dionisio, queramos o no, amigos, va a misa. Ya lo dijo el rey de Francia cuando dijo «París bien vale una misa».
¿Derechas o izquierdas? Lo que ustedes quieran, pero con bonhomía.
¡Salud, camaradas!

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