«Ad maiorem Jesus gloriam» (AMJG)

A mi querido maestro que me acercó al universo de la Literatura, que comenzó a desarrollar mi imaginario personal.
Promoción de maestros Safa. 1966.

El nacimiento de mi educación literaria, el descubrimiento de la literatura como experiencia vital y, en definitiva, mi pronta relación con los textos estéticos lo debo a la figura de don Jesús Burgos. Evocar aquí y ahora al maestro significa situarlo en el marco del lenguaje real y del lenguaje figurado, de la denotación y de la connotación, del horizonte de la función poética. Por ello recurriré a la voz de los poetas para delimitar el perfil del hombre y del profesor ejemplar. Lo acompañaré a través de grandes maestros de nuestra literatura en un intento de reconstruir el retrato del personaje, en un afán de revivir brevemente su vida en aquellos días lejanos de nuestra adolescencia y primera juventud. Espero de su benevolencia y de la de quienes compartieron conmigo en la Safa tan singular experiencia.

Los clásicos, a través del estudio del latín, constituyeron mis primeros héroes literarios. Entraba don Jesús al estudio de la Tercera División con aire jovial, acompañado de un rítmico tintineo de llaves en su mano. A continuación, sentado sobre la elevada y desgastada tarima, pronunciaba con voz sentenciosa su sedeati omnes. Los alumnos, inducidos por un resorte psicológico automático, nos sentábamos en silencio. El domineee… seguido de algunos de nuestros nombres y apellidos confería ciertamente al momento una atmósfera contenida. Los pupilos elegidos rodeábamos al profesor con miradas de complicidad, mientras abríamos nuestros libros de páginas amarillentas que dejaban entrever el solitario texto latino preparado para la traducción. La fábula de Esopo aparecía ante nuestros ojos atónitos como un enigma indescifrable de difícil solución. Zorras, cuervos, asnos, ranas y demás animales del primer bestiario de mi vida surgían éticamente entre personificaciones, prosopografías, etopeyas y demás figuras literarias. Los compañeros deseábamos con ahínco llegar a la moraleja final, al descubrimiento del sentido global del texto, eso sí, entre el artificio gramatical inextricable de nominativos, acusativos, conjugaciones verbales y partículas, nexos o conectores de todo tipo.
De su carácter de héroe épico—castellano desterrado en Andalucía, de su temple estoico, duro contra la injusticia del sistema y humano con sus alumnos, en un paisaje de naturaleza inhóspita, se hizo eco Manuel Machado en los versos de su poema Castilla:
El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible sierra de Cazorla,
al campamento con treinta de los suyos,
—polvo, sudor y hierro— don Jesús cabalga.
En las clases de literatura española nos imbuía el oficio de aprendiz de poeta, ahondaba en los surcos del verso, de la métrica y de la rima, de la recitación y de la preceptiva literaria. Tal era la atmósfera poética vivida, que aquí reflejo con un ejemplo cariñoso el ritmo de aprendizaje desarrollado en el aula a través del molde del Soneto de repente de Lope de Vega, recreado por el procedimiento clásico de la imitatio.
Un soneto manda hacer Jesús
y el lance se me figura muy duro;
yo no podré superar este muro:
¡Dios mío pase de mí esta cruz!
Pensaba que el intento era sencillo
y me puse feliz manos a la obra,
pues arte y oficio a mí bien me sobra,
poco a poco le sacaré más brillo.
En el primer terceto ya deliro
y como no me centre en la medida,
seguro que al momento ni respiro.
Ya estoy en el segundo y enfrascado
repaso las estrofas del soneto;
los versos son catorce ¡he terminado!.
Su Libro de Caballerías vital se llenaba de causas perdidas, de alumnos represaliados, de desaforados gigantes educativos jesuíticos, sin arredrarse en ningún momento ante el peligro. Por ello se convertía en nuestro caballero andante particular y nosotros en sus escuderos incondicionales, como Alberti de Garcilaso:
Si Jesús Burgos volviera,
yo sería otra vez su alumno;
que buen profesor que era.
Personaje heterodoxo, crítico e incómodo sufrió cárcel de incomprensión y abandono; y desde su retiro en Valladolid aún se escuchan los ecos del maestro Fray Luis de León, quien le recuerda los mismos sucesos que a él le acontecieron, en su décima a la Salida de la Cárcel:
Aquí la envidia y mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con solo Dios se compasa
y a solas su vida pasa,
ni envidiado ni envidioso.
Aún recuerdo que en un trabajo monográfico sobre Antonio Machado, expuesto por compañeros de cursos superiores, don Jesús quiso que algunas recitaciones corrieran a cargo de sus alumnos benjamines, entre los cuales me encontraba. La emoción sentida en aquella declamación, la interiorización del poema, así como su expresividad, me sirvieron de acicate en la vida de tal modo, que siempre he procurado inculcar en mis alumnos y en las personas que me rodean el amor a la literatura contada y cantada, a la poesía, a la declamación, a la lectura de textos de cualquier género en voz alta, etc. Del mismo modo, me han acompañado por los caminos de la Filología Hispánica, los estudios de Arte Dramático y los de música en el Conservatorio de Sevilla, las agrupaciones corales y el quinteto Cántico con el que el maridaje de la literatura y la música me siguen vinculando interiormente a mi querido profesor. Por eso me despido como viejo juglar que abandona la plaza del pueblo en busca de otros lugares y de otras gentes, mientras los versos evocan al poema, al poeta, al profesor y al hombre admirados.
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino irá?
 

 

 

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