(E. Munch, 1893)
Salvaje alarido desesperado,
de impotencia, de angustia y soledad,
triste filosofía en Kierkegard
y un existencialismo desgarrado
que muestran un vívido expresionismo
de colores estridentes, rabiosos,
y trazos diagonales y sinuosos,
mueca furiosa de atroz pesimismo.
Se envuelve en una atmósfera asfixiante,
de inspiración en la negra pintura
tétrica de Goya, o en la agria amargura
de Nietzsche, con su sentido agobiante
de la vida, del que brota, insegura,
un grito de dolor espeluznante.