Como los años no pasan en balde y encima lo hacen volando, heme aquí que ya me encuentro en una edad más que intermedia, más próxima de ingresar en un asilo (ahora se le llama pomposamente Residencia de Mayores -ancianos, al fin y al cabo-, tras la fiebre de rotularla machacona y eufemísticamente De la Tercera Edad) que en una guardería…
¿Y por qué digo esto? Pues muy sencillo: estoy en la primera parte de la edad dorada de la jubilación y tengo el honor (y la obligación) de llevar y recoger todos los días a mis nietos Abel y Saúl; y por eso tengo contacto diario con una guardería de bandera (en Sevilla): Kindermundi.