¡25 años de música antigua!

Siento un inmenso e indescriptible gozo al comprobar que el Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza, cuando llegue el próximo otoño musical jienense, llevará un cuarto de siglo regalando música antigua genuina, rescatada de viejos y añosos archivos de la mano de artistas e intérpretes consumados; y que piensa seguir en la brecha durante muchos años más, mientras las fuerzas sinérgicas de su ínclito director, escogido grupo de colaboradores indispensables e instituciones amigas consigan aunar y hermanar sensibilidades y voluntades a lo largo y ancho de nuestra tierra del Santo Reino, con especial incidencia en las dos ciudades renacentistas más bellas de España y parte del extranjero: Úbeda y Baeza.

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Mis primeros momentos Safa

Por fin me encuentro en este impresionante patio de columnas marmóreas al que llaman Paraninfo. He venido a parar a un colegio de postín, afamado e importante de mi ciudad de nacimiento. Nunca hubiese imaginado de pequeño que yo me haría maestro.
Tenía buenas referencias infantiles y juveniles de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (Safa) gracias a alguna que otra visita hecha desde el colegio Santo Domingo Savio de Úbeda, no exenta de cierta rivalidad colegial (insuflada por diferentes competiciones deportivas a nivel local o provincial), con la perspectiva de disfrutar sus amplios y numerosos campos de deporte o de asistir a interesantes películas, en los talleres de abajo, algún que otro domingo o fiesta de guardar.

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Recuerdos de la SAFA – 30: Frío (I)

Recuerdos de la SAFA – 30: Frío (I)

Hace frío.

Hace mucho frío.

De hecho, hace un frío que pela… Estoy en la cama, con el embozo hasta la nariz, reuniendo fuerzas para levantarme e ir al servicio. Apenas contengo el castañeteo de dientes y me limpio con el embozo de la sábana la gota que cuelga de mi nariz. No aguanto más, pero me intimida el frío que hace fuera de este reducto confortable que es la cama. Nada más pensar en salir de entre las mantas y afrontar ese gélido pasillo, me aterra. Reúno fuerzas, saco un pie y lo vuelvo a meter. Pero la naturaleza insiste, a tientas busco el calzado y me lo pongo. Arrastrando las pesadas botas, me desplazo por el largo pasillo entre las hileras de camas, abrazándome a mí mismo con el estéril deseo de retener el calor. El dormitorio está a oscuras, sólo iluminado por una débil bombilla al otro lado de la puerta de salida. Miro las ventanas que dan al exterior y atisbo una capa de escarcha blanquecina en los cristales. Alguien se rebulle en la primera cama.

Abro la puerta, y una sombra oscura aparece a mi derecha.

– “¿A dónde vas?”

Apenas me repongo del susto al reconocer al Hermano Peco (¿es que este hombre no descansa nunca?).

– “Al váter, Hermano”

– “Vale, pero date prisa, no te vayas a enfriar”-

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¡Felicidades, Diario Jaén!

Trece años antes de que yo naciera ya estaba en los quioscos de mi ciudad, en el resto de la provincia y en otros lugares o centros estratégicos regionales o nacionales este heraldo de la noticia, el comentario y el acontecer diario más genuino de nuestro Santo Reino.
Gracias a DIARIO JAÉN, hemos sido enterados de lo más relevante y noticiable que iba ocurriendo en cada pueblecito o ciudad de nuestra extensa provincia, con un detallismo y exhaustividad encomiables.

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Recuerdos de la SAFA – 29 : La formación religiosa (II)

Recuerdos de la SAFA – 29 : La formación religiosa (II)

Otro momento álgido en la devoción formal era la Cuaresma, o más concretamente, el Miércoles de Ceniza. Hubo quien nos explicó que ese día era el cierre del Carnaval, donde la diversión se derramaba por las calles, pero nuestro P. Espiritual decía que esa era una conmemoración pagana que los malhechores aprovechaban para cometer excesos de todo tipo, que los cristianos debíamos rechazarlo, y que por eso Franco la había prohibido. Nos explicaba:

– “La ceniza desde siempre se consideró beneficiosa: en la antigüedad se esparcía por el aire para atraer la lluvia, fertilizar los campos y mejorar las cosechas, se usaba para curar llagas sangrantes, representaba la renuncia a toda vanidad y siempre fue símbolo de arrepentimiento y penitencia.”

¡Qué maravilla! ¡Qué elocuencia! Nosotros le escuchábamos atentos y convencidos. Concluía anunciando que al día siguiente, durante la misa, tendría lugar la imposición de la ceniza y para recibirla no era necesario confesarse. Finalizada la plática casi de noche, para nosotros ya había empezado el miércoles de Ceniza. Al poco, llamada a formar filas para ir al comedor. La cena, frugal y en absoluto silencio.

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