Recuerdos de la SAFA – 30: Frío (I)
Hace frío.
Hace mucho frío.
De hecho, hace un frío que pela… Estoy en la cama, con el embozo hasta la nariz, reuniendo fuerzas para levantarme e ir al servicio. Apenas contengo el castañeteo de dientes y me limpio con el embozo de la sábana la gota que cuelga de mi nariz. No aguanto más, pero me intimida el frío que hace fuera de este reducto confortable que es la cama. Nada más pensar en salir de entre las mantas y afrontar ese gélido pasillo, me aterra. Reúno fuerzas, saco un pie y lo vuelvo a meter. Pero la naturaleza insiste, a tientas busco el calzado y me lo pongo. Arrastrando las pesadas botas, me desplazo por el largo pasillo entre las hileras de camas, abrazándome a mí mismo con el estéril deseo de retener el calor. El dormitorio está a oscuras, sólo iluminado por una débil bombilla al otro lado de la puerta de salida. Miro las ventanas que dan al exterior y atisbo una capa de escarcha blanquecina en los cristales. Alguien se rebulle en la primera cama.
Abro la puerta, y una sombra oscura aparece a mi derecha.
– “¿A dónde vas?” –
Apenas me repongo del susto al reconocer al Hermano Peco (¿es que este hombre no descansa nunca?).
– “Al váter, Hermano” –
– “Vale, pero date prisa, no te vayas a enfriar”-