Gestión y digestión

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

«Gestionar la derrota ha de ser fácil, que el derrotado o derrotada debiera ser honesto y poner cargo y poltrona a disposición de sus socios. Quien pierde debe purgar sus errores y pasar a la reserva. Pero esto no se lleva ni por acá ni por allá, pues siempre se encontrarán argumentos para no dimitir (fundamentalmente que la culpa del fracaso es de los otros). Pero vayamos al otro lado, la gestión de la victoria. Y creo que gestionar la victoria es más difícil que lo anterior. Yo pediría al victorioso y a sus adjuntos que se mantuviese en la frialdad del que sabe que ahora es cuando empieza lo duro; pues se cae en la derrota por los propios errores, no por los méritos del contrario. Esto no debiera olvidarse, porque es la primera regla para mantenerse o ganar. Así que gestionar la victoria más que gestionar un programa difuso es gestionar la ilusión de los votantes, la propia honestidad y ética, la imagen que se tiene. Es ir, paso a paso, hacia los objetivos propuestos sin falsos reclamos publicitarios ni alardes de pirotecnia efímera. Tropiezos e inocencias, los mínimos».

Lo anterior se publicó en el Diario JAÉN, el 9 de mayo del corriente, en mi columna mensual.

Con ello, y condensado en esas escasas líneas, pretendía expresar mi parecer acerca de la actitud, y aptitud, que se ha de tener actualmente en el ejercicio político, a todos los niveles. Pues no creo que exista duda de que así se ejerza este poder; así nos irá al resto de la ciudadanía.

Desde luego que esperar que se ejerza el sano y sagrado arte del autoanálisis y extraer las debidas consecuencias ya es cosa como galáctica, perdida en las estrellas y alejándose cada vez más de nuestro espacio. ¿Sacar las debidas conclusiones y someterse al juicio pertinente?, ¡quiá!, eso, ya se ve, es de tontos y perdedores natos.

Cierto que una virtud también es el aguante, la resistencia ante las adversidades, la lucha por superarlas; es verdad, pues si no hubiese quien tuviese la fuerza de afrontarlas, si no se fuese capaz de hacerlo, mal perfil daría como persona fiable (y menos todavía capaz). Mas hay lucha y lucha… Cuando los resultados adversos te muestran o tu poca capacidad de convencimiento, o tu persistente incapacidad de rectificación e incluso que ya tu tiempo va pasando, que eres una rémora y lastre que se quieren quitar de encima, entonces quien tiene que irse se debe ir y dejar paso. No hacerlo puede significar un fracaso futuro y más que anunciado.

La señora Susana Díaz se encastilló en unos resultados discutibles; sí que su partido fue el más votado en Andalucía, pero hubo de contemplar cómo las derechas se lanzaban a controlar y remover la herencia que se les dejaba tras tantos años de dominio político socialista en Andalucía. Claro que ahora las cosas viran hacia su puerto, pero debe pensarse bien si ella sería la capitana más adecuada para la nueva salida; no vaya a ser que vuelva a tropezarse en el mismo escoyo.

Casado, desde la eufórica derecha que ya se iba a comer el mundo (según lo visto en el sur), creyó que la bajada de votos ahí no significaba nada, otro que tal, y que poniéndose más chulo que un ocho, siguiendo el postureo de su mentor Aznar, lograría imponerse a sus compadres a la fuerza por la banda estribor. Craso error demostrado en las generales y que todavía se niega a admitir. Sus compadres muerden a todo el que se le acerca y solo se hubiesen arrimado si se esperaba un suculento festín a compartir. Y ahí se andan a la espera de la vuelta en las locales y regionales.

Pues bien; Casado tampoco entona el mea culpa y se aparta a un lado, que supuestamente no ha recibido todavía bastante.

Por babor siguen sin enterarse o, si se enteran, se hacen los suecos. Iglesias y compaña pierden escaños y votos, pero ahí andan con el sueño de una noche de verano, que el duende socialista les convierta en ministros; no, nada de dimitir, que debe ser moda burguesa. Debería todavía escocerles la oportunidad perdida que tuvieron y dejaron escapar (y de paso prolongar el mandato derechista), porque el gurú Anguita les prometió el sorpasso que él mismo nunca dio.

Todo lo anterior me inclina a esperar poco de tan consecuentes políticos, más atentos a sus ambiciones personales que a su tarea de servicio público.

Y digo con claridad lo que supone el ser vencedor y las consecuencias que de ello debieran derivarse. Porque no es tarea fácil vencer y saber vencer convenciendo. Y seguir convenciendo con el desarrollo del ejercicio del poder. Afirmo tajante que quien vence lo hace muchas veces por los mismos errores de sus contrincantes. Y se pierde bajo la misma ecuación, invertida la fórmula. Así que seguir venciendo es, primero, porque se puede convencer y, segundo, porque se cometen menos errores que los contrarios.

Ahí está el quid de toda práctica política y de gobierno que debiera ser siempre lo primero que se analizase (tanto por vencedores como por vencidos) y que, a pesar de tener estudios, incluso doctorados en ciencias políticas algunos no saben hacer. Y así les va.

Peligra la permanencia de quien todo lo fía a la inercia del votante, a la desidia o a la abulia del personal, que ya tiene todo el camino trillado y arado o bien atadas las gavillas. La comodidad de la poltrona, calentita, o el picorcillo que da ejercer el mando deben ser acicates negativos, pero en los que caen siempre los que se acogen a ello y en ello. Lo que le pasó a la señora Díaz.

Veremos, pues, si nos dejan si hay esperanza para los verdaderos cambios de talante.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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