Por Fernando Sánchez Resa.
Conforme uno va envejeciendo, la distancia y el recuerdo van incrementando la valía monumental y emotiva de la ciudad que le vio nacer; y aún más si abandona el escenario de toda su vida para marchar y vivir en otras tierras. Es entonces cuando va comprobando lo mucho que ha dejado, aunque pueda disfrutarlo de viajero autóctono aventajado en determinadas ocasiones.
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