Luis Juan, artista consumado, 1

Por Fernando Sánchez Resa.

La vida nos va mostrando -en deslavazada mezcolanza- una panoplia de situaciones y personas que, si no somos buenos observadores, se nos irán diluyendo -cual azucarillo en leche- sin que podamos ni sepamos sacarle el jugo preciado que nos ofrecen.

Por eso, es digno resaltar a esas personas que viven junto a nosotros y que desarrollan su labor cotidiana en nuestro entorno más cercano (siendo, a veces, nuestros vecinos, compañeros o amigos) y de quienes -por su proximidad- no somos capaces de apreciar su valía y dotes personales; y más, si andan semiocultas por el velo de la humildad y el querer pasar desapercibidas.

Este es el caso de Luis Juan Torres López, artista completo y consumado, aunque bastante desaprovechado, que anda hoy afincado por tierras ubetenses, habiendo nacido en Torreperogil (Jaén), en 1954, pero que ha permanecido casi toda su vida profesional y personal en la “Ciudad de los Cerros”, habiéndose jubilado hace escasos años, tras su excelsa y fructífera labor magistral y docente en el IES “San Juan de la Cruz”, en donde ejerció mucho tiempo de profesor y catedrático de arte y/o dibujo.

Luis Juan es hijo de Ginés de la Jara Torres Navarrete, personalidad inigualable de nuestro entorno de La Loma de Úbeda, fallecido fulminantemente hace poco tiempo; hermano de Francisco Javier, poeta y escritor valioso, aunque silenciado también por su excesivo celo en ocultarlo; y de Miguel Ángel, el benjamín de su familia, que ejerce actualmente como profesor de fotografía en la Universidad de Sevilla, en su Facultad de Bellas Artes, junto a las Setas.

Luis Juan Torres López cursó -en régimen de internado- el antiguo y valorado bachillerato -de seis cursos y dos reválidas- en el antiguo Colegio Salesiano “Santo Domingo Savio” de Úbeda, antes de que fuera derruido y construido a su espalda, donde hoy se encuentra. Luego, pasó a hacer PREU en el Instituto de Enseñanza Media “San Juan de la Cruz” -trabando amistad con nuestro afamado paisano Antonio Muñoz Molina- a donde más tarde volvería de profesor con sus oposiciones debajo del brazo y tras ejercer su docencia artística en Burgos, Lorca…

La cercanía de la Escuela de Artes y Oficios de Úbeda le proporcionó amor y técnica, durante varios años para, en un futuro, poder hacer el duro examen de ingreso en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, teniendo a maestros destacados de aquella época, como los ubetenses don Matías Crespo o don Domingo Molina, entre otros.

También la Safa de Úbeda le tentó para querer ser maestro de enseñanza primaria y, durante tres cursos, desarrolló sus estudios con el nuevo plan 1967, teniendo por compañeros y amigos gente importante que luego ha destacado en el mundo de la docencia, la literatura y la política. Allí ya mostraba sus dotes artísticas, heredadas de su padre, principalmente; y, tras finalizar sus estudios de magisterio, habiendo compartido vivencias juveniles inolvidables con su generación promocional, conocería a la que sería su querida y amada esposa, María Antonia Martínez Cobo, más conocida por Marieta, con el flirteo y noviazgo correspondientes (como pedía la época de la que estoy hablando); y tomando la determinación (bien aconsejado por familiares y amigos) de no dejar escapar ese numen artístico -que Dios y su genética le habían regalado- marchando a Sevilla, seguidamente, para conseguir su Licenciatura en Bellas Artes en la calle Laraña, a la sombra de algunos sevillanos ilustres…

Llevaba ganado un premio provincial de Jaén en escultura, hecha en madera de olivo, que avalaba su valía como artista habilidoso, cuando era un joven muchacho. Su tendencia y simpatía por la escultura era manifiesta por entonces (y que nunca ha dejado), pero -en Sevilla- se decantó por la pintura debido a su facilidad en la preparación de los materiales necesarios para ejecutarla…

Y a ella ha dedicado toda su vida, trabajando en su solitario taller, siempre aprehendiendo la inspiración manifiesta que ha ido mostrando con su escogida producción, que habría podido ser mayor, si su labor docente se lo hubiese permitido y no hubiese ejercido, como él mismo ha dicho muchas veces, «simplemente de pintor dominguero». Por eso, perdimos a un posible artista de prestigio en aras de un docente competente que tenía la seguridad de su sueldo a fin de mes. Todos sabemos que cualquier artista se aventura a ser rico o pobre, según tenga su producción pictórica el eco social y financiero necesarios.

Sevilla, 22 de marzo de 2019.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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