Sephardica en Úbeda

Por Fernando Sánchez Resa.

Ha llegado el ansiado puente vacacional de Andalucía, excusa perfecta para viajeros, turistas y forasteros que quieren aspirar el embrujo y la magia ubetenses, en sus diversas facetas culturales, arquitectónicas, lúdicas…

Por eso, con puntualidad inglesa, comienza el concierto de Sephardica, programado en la Sinagoga del Agua, con unas encendidas palabras de Andrea Pezzini sobre cómo se descubrió y lo que es, con motivo de celebrar el noveno aniversario de su apertura, ante la buena acogida que ha tenido siempre, casi más fuera de nuestra ciudad que dentro…; aunque ya se ha ganado la simpatía y el aprecio de la mayoría de la ciudadanía ubetense.

Vamos a asistir como invitados de lujo y en lugar preferente, para que la conciencia, unificada de intérpretes y oyentes, constituya un auténtico aldabonazo de los ecos del anteayer judío, concentrados en su sala principal, adornada al gusto, tradición y moda sefardí.

Hoy todo el público es escogido o invitado. Toda la gente presente es selecta y amante de la cultura, la música y del legado sefardí en Úbeda; mientras, a la espalda de los intérpretes, se escucharán ecos carnavaleros que en los silencios del concierto se harán presentes; y, dentro de esta sala, se percibirán vibraciones especiales, incrementadas en el silencio de la noche, ya que alberga resonancias tangibles: el sonido del agua; su estratégica ubicación urbana; su orientación solar…; e intangibles: los ecos de las muchas acciones, rezos, abluciones, meditaciones…, que se realizaron en estos recónditos espacios durante tantos años.

A las nueve y poco más, Andrea Pezzini se hace presente en el escenario, con tenues luces ambientales, y nos habla amablemente, agradeciendo nuestra asistencia. «Hay muchos invitados y poca taquilla hoy -refiere-, mientras que mañana será todo taquilla»; riesgos valientes que asume todo buen empresario.

Luego, tras el concierto, se ofrece a dar una explicación más extensa y documentada, con visita guiada a todas las dependencias y especialmente al mikveh (baño ritual judío) a quien lo desee. Repite por enésima vez que la Sinagoga del Agua es una propiedad privada -de la familia Fernando Crespo- que ha preferido no perder estos vestigios históricos para disfrute de todos, pudiendo haber construido unos aparcamientos y una cochera en su lugar. Durante este tiempo, la Sinagoga del Agua se ha consolidado y ha sido muy demandada por doquier. Actualmente, es un foco de atracción multitudinaria, pues viene buscándola mucha gente de todo el mundo, de lo que Úbeda también se aprovecha y beneficia diariamente.

Ruega que perdonemos el rollo que nos ha vuelto a soltar sobre lo mismo, ya que -tantas veces- lo hemos oído muchos de los asistentes. Vuelve a dar las gracias por acudir al noveno aniversario del imparable crecimiento de este emblemático edificio, administrado por Artificis; por lo que recibe aplausos, en ese momento, y agradecimientos diversos, posteriores al concierto. Aprovecha para adelantar algunos de los eventos que se celebrarán aquí, en un futuro, y que se pueden seguir por las redes sociales: el 1 de junio está prevista la actuación de Begoña Olavide, encuentro poético en Navidad, intervenir “En Úbeda se cuenta”, participación activa en el “Solsticio de verano”…

Al final, saluda y presenta a Sara, Emilio y Ángeles Núñez que ya han venido varias veces por aquí y que quieren presentar su nuevo disco, poblado de sueños e historias sefardíes.

Yo ya tuve la suerte de asistir a este mismo concierto, en El Alcázar de Sevilla, este verano, y en muy buena compañía, pues Andrea Pezzini, con amigos y familiares italianos, tuvo la deferencia de acompañarnos, tanto a mi esposa como a mis cuñados, en una velada nocturna inolvidable (http://www.aasafaubeda.com/index.php/informacion-o-insinuacion/4814-noche-sefardi-en-el-alcazar-de-sevilla).

El concierto da comienzo a las nueve y cuarto, exactamente. Sara Marina (percusiones, teclados y presentadora de las canciones de todo el concierto), con su melifluo, aniñado e impostado timbre de voz, nos va a ir contando historias tristes, alegres y nostálgicas de ese desaparecido mundo sefardí, de una forma poética y subliminal, que nos hará sentirnos inmersos en cada canción e historia de Sefarad. Ángeles Núñez (voz) con su frescura e inflexiones tímbricas genuinas nos elevará al cielo de las artes, las emociones y el sentimiento. Y Emilio Villalba (instrumentista de cuerdas pulsadas y frotadas), va a proporcionarnos un cuadro musical y plástico muy conseguido, que el público aplaudirá a rabiar. El elenco de sus canciones es extenso: Morena me llaman; A las una yo nací; Que lo sepa la mi madre; Infusiones de Ruda (que la toman los amantes antes de yacer…);Una nana, entrañable y muy sugerente; Siete modos de guisar la berenjena; Hermanas reina y cautiva (al intercambiar las cunas de sus hijos); todas ellas constituirán hitos dulcemente repetibles.

Sara nos va relatando el tema de la emigración forzosa que es tan actual y archiconocido, imprimiéndole una tonalidad melancólica, poética y triste. También nos lee -solemnemente- el Edicto de Expulsión de los Judíos, de 1492, de los Reyes Católicos, por lo que abandonaron Sefarad (España), asentándose en distintos territorios europeos, asiáticos o africanos, pero llevando consigo -siempre- un poso de melancolía, tristeza y esperanza por volver (muchos de ellos con la llave de su casa) y no olvidar esa cultura tan valiosa que se nos fue y que tanto nos empobreció a todos y en todos los ámbitos.

Durante algunos silencios se hacen presentes los ecos de nuestros vecinos carnavaleros del Ideal Cinema, con otros cantos y alegrías diferentes, pues ellos tampoco quieren que olvidemos que estamos en carnaval. Pretenden transmutar la melancolía del añorante, pasado por otro estado de ánimo más alegre y cachondo.

La relatora nos recuerda lo que la madre de Ruth (la niña que nos va contando el viaje musical) no olvida su historia sefardí, sin poderse quitar de la cabeza aquellas canciones añosas y entrañables. Llevamos casi una hora de concierto y se nos ha pasado el tiempo entre las manos. ¡Qué bien se está, cuando la música proporciona felicidad y bienestar auténticos!

Finalmente, habla Emilio, refiriendo la historia real del éxodo judío, mostrando la sensación de alegría y descubrimiento que proporciona el recordar, recuperar y recoger algo tan valioso que se marchó hace tanto tiempo. Y nos va mostrando -pacientemente- los instrumentos musicales que ha usado en el concierto y que estarán a disposición de la admiración del público a su término: guitarra del siglo XV (guitarra española); clavicémbalo, basado en el manuscrito de 1440; guitarra latina medieval; laúd, rabel, rabal o viola, tocada sobre la pierna al estilo andalusí; zanfona o viola de rueda, con su timbre característico; castañuelas; darbuka; adufe…

«Las mujeres siempre han sido -y lo siguen siendo- las auténticas portadoras y transmisoras de este patrimonio vocal y musical. Gracias a ellas y a ustedes por asistir a este concierto. Todos sabemos que la voz humana es el mejor de todos ellos». Por todo lo cual, recibe cálidos aplausos.

Nos regalan un bis recordando que, cuando lo cantaron en Granada, mucha gente mayor la sabía de memoria y tarareaba: Abenamar, Abenamar, moro de la morería…

La noche se hace luz celeste desmemoriada, mientras los asistentes marchamos con ánimo y sentimiento ambivalentes: por un lado, tristeza y melancolía, por lo que hemos vivido y escuchado (repetición, ni más ni menos, de los tiempos convulsos de las migraciones y el desamparo que actualmente estamos viviendo en el mundo entero); y, a su vez, alegría plena, por tener la suerte de haber recuperado un patrimonio intangible y evanescente que nuestros antepasados judíos nos legaron y que Sephardica ha tenido la bravura y la oportunidad de brindárnoslo en el incomparable marco de nuestra querida Sinagoga del Agua.

¡Mil gracias a Sephardica y Andrea Pezzini por regalarnos este chute de nostalgia, dulzura y añoranza, materializándolo tan oportuna y soberanamente…!

Úbeda, 1 de marzo de 2019.

fernandosanchezresa@hotmail.com

Deja una respuesta