A tontas y a locas

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

Me prometí a mí mismo (no a ustedes) no tocar más el tema catalán, por harto cansado, absurdo, indecente y muchas más lindezas que se merece.

Pero es que nos vamos superando día a día y lo que antes parecía merecedor de los calificativos anteriores (y los omitidos) es que ya se queda como cosa inocente y mal tratada en comparación con lo que va cayendo.

Sabido es -vamos creo yo- que en la batalla de fomento de opinión e influencias diversas que se traen contra el gobierno (el que sea) estos separatistas se mueven bastante bien –admitámoslo- tanto a nivel de su territorio como en el extranjero, no así generalmente en el resto territorial español. Sus triquiñuelas y añagazas, trufadas de engaños y mentiras clamorosas, hacen efecto; su deslealtad y doblez ante acuerdos y tratos verbales o escritos es proverbial ya y me admira que todavía alguien se los tome en serio y siga abogando por un diálogo en realidad imposible.

Así que el supuesto fiasco habido por el gobierno Sánchez no me ha pillado de sorpresa.

Que a este le interesa prioritariamente que le aprueben sus presupuestos, lo que le llevaría a prolongarse en el mandato hasta la fecha normal de elecciones generales (y así tratar de elaborar algunas normas y leyes con cierto tufo progresista, amén de intentar seguir con cierta seguridad) y que se debe agarrar al deseo y a la ilusión del voto que llevó a Rajoy a la calle, independentistas como actores en ello, es cosa más que evidente. Que a su vez, estos últimos siguen erre que erre en su pejiguera sabida y que, de ahí no se bajan si no se les concede, es otra evidencia absoluta. Por lo tanto, fiar en poderlos llevar a una zona de confort que facilite la aprobación de esos presupuestos generales es, como mínimo, una sandez. Vamos, para cualquier político que tenga dos dedos en la frente.

Llegar a la astracanada del llamado “mediador”, o “relator” o mero y pinturero “escribidor” ha sido, por parte de Sánchez y su gobierno, una metedura de pata monumental. Por varias y serias razones. La más seria es la de entrar en la trampa propagandística y torticera de los independentistas; un relator es palabra seria y mundialmente admitida y establecida por las diplomacias para intervenir en la intermediación o pacificación de conflictos enconados, políticos y especialmente bélicos o humanitarios, en los cuales, las gentes o los territorios o están en mucho riesgo o ya padecen bastante. Así que equiparar el tema catalán con algo de eso por elevar el nivel hasta esos estratos internacionales de mediación es un elevado triunfo para ellos. Colaborar pues en esta maniobra es demasiado precio para nosotros (y va a serlo para el gobierno).

Así lo han comprendido militantes socialistas, totalmente asombrados de esa torpeza, y lo han comprendido los de la derecha que han descubierto un filón del que sacar oro. El oro de su propaganda anti Sánchez como antes lo hicieran con las torpezas de Zapatero. Se acabe con ese intermediario fantasma o no (creo que ya todo se ha ido al garete en reacción gubernativa de defensa), el daño ya está hecho.

Me admira la incapacidad de quienes rodean a Sánchez para haberle frenado esta claudicación y absurdez. O son realmente unos ineptos (que ya lo creo) o siguen ante el jefe, sin cuestionarle cualquier memez que se le ocurra, sea inocua o, como la presente, muy lesiva para el gobierno y para el mismo partido (así como para la misma imagen internacional de España, ya bastante enfangada por esos independentistas). No, por ahí no van bien. Vale, han reculado, pero ya se ha hecho el daño.

Mejor sería iniciar una campaña efectiva y valiente a nivel tanto internacional como nacional y, sin faltar en Cataluña, que muestre las cuatro verdades del barquero, sin cortapisas. No basta con ir afirmando que nuestra democracia está basada en el estado de derecho y que se ejerce con libertad y sin manipulaciones. Hay que insistir en la mentira de los a sí mismos llamados demócratas catalanes, que reclaman un referéndum para sí mismos sin tener en cuenta el igual derecho que nos corresponde a los demás; tenemos y debemos tener ese mismo derecho todos para opinar en algo que nos concierne a todos y nos afectaría a todos. Ese sería el camino, si se quiere pactarlo. Hay que decirlo con claridad en el exterior e interior.

Si a ello se negasen (cosa que veo clara), se demostraría la mentira en la que se mueven.

Pero es que hay más. Más cosas que decir bien claro y alto. Y son las que conciernen a una hipotética secesión catalana. Porque, hasta ahora, lo más peliagudo, lo más complicado y sus soluciones se han omitido, callado u ocultado arteramente. Y fijémonos en el caso británico; no hay mejor ejemplo.

¿Cuáles serían las condiciones de esa separación?, ¿qué instrumentos se habilitarían para ello?, ¿cómo se paliarían los desajustes del todo inevitables que surgirían?, ¿sería posible, como sonriendo decían los animadores del proceso, que luego todo quedaría igual…? Estas y otras grandes incógnitas habrían de airearse, ponerse en papel sus dificultades o soluciones antes de llegar a ninguna consulta; decir que nada sería luego igual y señalar muy claramente quiénes serían los ganadores y los perdedores de tal aventura.

Porque si se llegase a materializar la defección por las bravas y sin mayores prevenciones y previsiones, luego sí que llegarían los lamentos e incluso -entonces sí- se pediría ese intermediario internacional tan deseado para que arreglase o tratase de arreglar lo que ya no tuviese arreglo.

Creo que en todo esto se debía haber detenido Sánchez antes de permitir tal dislate, a pesar de que ya lograr el pase de sus presupuestos es casi inviable (un milagro habría de suceder).

¡Qué pena de clase política nos maneja!, ¡qué pena de España en manos de tanto inepto, zascandil u obnubilado como está!

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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