Amabilidad ‘versus’ resentimiento

Por Fernando Sánchez Resa.

Conforme vamos navegando por la vida, te vas encontrando con diversas personas y modos de actuar que te demuestran que una misma situación y/o problema depende muy mucho de la persona que los encare para darle la solución más apropiada. Lo vemos diariamente en todos los sembrados de la vida cotidiana, sean familiares, amigos, compañeros, vecinos, correligionarios del mismo partido, creyentes de la misma religión e ideología…

La amabilidad es el acto y/o comportamiento que realiza una persona con respeto y educación hacia otras personas; y que, por su actitud complaciente y afectuosa, es digna de ser amada. Por el contrario, el resentimiento es un sentimiento persistente de disgusto o enfado hacia alguien, por considerarlo causante de cierta ofensa o daño sufridos y que se manifiesta en palabras o actos hostiles.

Que unos, los amables, lo encaran todo de una manera natural sabiendo moldear los problemas y salvar los escollos de todo tipo que se les presentan; mientras que a los resentidos, cualquier tropiezo, problema o dificultad les sirve de espoleta para lanzarse a la exportación de sus monotemáticas fobias (que suelen resumirse en dos o tres, no más, no nos engañemos), manifestando abiertamente su resentimiento exacerbado, vomitando sus cuitas, una y otra vez ad infinitum, hasta echarle la culpa a otros y a todo; nunca a ellos…

Con el resentido es difícil -por no decir imposible- convivir, pues siempre tendrá a mano motivos, quejas o sin razones que echarte en cara, haciendo uso de su parcial y tozuda memoria que tanto le caracteriza, para hacerte sentir mal y que seas tú (según él, claro) el culpable directo o indirecto de su propio malestar físico o psíquico; e incluso del mal devenir pasado, presente o futuro de la historia en general.

En cambio, con la persona amable es divino y plácido convivir, pues todo le parece bien y sabe enfocar las dificultades o vicisitudes propias de la vida, de la enfermedad o de la edad, de una forma adecuada sin echar balones fuera ni culpar al otro de todos sus males o a la sociedad que le rodea, que es muy defectuosa, pero que bien sabe aprovecharse el resentido de ella.

Si el resentido es una persona influyente, se erige o lo eligen en líder, mal andamos, pues es el peor ejemplo a seguir por el colectivo que lo admira, soporta o tiene por jefe (a los partidos políticos y colectivos gregarios similares me remito).

La psicología sigue estudiando concienzudamente, a día de hoy, si la persona amable o resentida nace, se hace o crece, sin darle cabal respuesta; pero lo que sí aconseja es que siempre es mejor tener una persona amable al lado que una persona tóxica resentida que te quiera amargar cada momento de la vida que vivas junto a ella. Por desgracia, hay más de esta segunda tipología que de la primera, puesto que la persona resentida siempre batallará para que sus sentimientos de odio, envidia y revancha primen sobre otros, en el ambiente en el que se desenvuelva.

Dios nos pille confesados y nosotros mismos seamos cautos para saber alejarnos de ese tipo maldito que todo lo que piensa, habla, escribe, lee…, lo hace en clave de revancha, pues irá sembrando el mal que aniquila la amabilidad y el buen juicio, tan necesarios en nuestra humanidad actual. Resentidos y amables los ha habido siempre y los seguirá habiendo.

No nos debe extrañar que las guerras y las rencillas cotidianas sigan existiendo y no se acaben jamás en este mundo, mientras que las personas amables y limpias de espíritu no tomen el mando de la sociedad y sean el único y verdadero ejemplo a seguir por todos, ¡Ah! y que se enseñe y aprenda a ser amable y superar las frustraciones, sin arremeter con el prójimo cercano o lejano, desde la más tierna infancia, tanto en el ambiente familiar como en las instituciones educativas auténticas, libres de ideologías malsanas en donde la amabilidad sea su único estandarte.

Así, posiblemente, nos libraríamos del resentido (si es que no volviera a resurgir por generación espontánea) que maquina continuamente para que todo vaya mal y se produzca su nefasta revolución social en la que piensa medrar y ascender, usando el odio, la enemistad, la envidia…, como moneda de curso legal.

Sevilla, 2 de febrero de 2019.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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