Por Mariano Valcárcel González.
Hay veces en que a uno le fallan las referencias, o no interpreta debidamente las señales que le presentan y puede, en esta situación, desbarrar la trayectoria o dudar muy mucho de su cordura.
A mí, la monarquía como tal estructura me trae sin cuidado, que ni fu ni fa (más cerca de fu), porque ignoro y no concibo ese hálito, esa pátina de sacralidad que todavía hay quien se la endosa y hasta cree, como si en efecto los monarcas fuesen ungidos por la divinidad (tal vez de ahí esa inviolabilidad de que se la dotó en nuestra Constitución).
Cierto es que hay monarquías en Europa que funcionan correctamente y así lo entienden sus ciudadanos; son casos particulares que más tienen que ver con la concepción que sus miembros tienen de ese oficio que con el oficio mismo. Porque cuando se equivoca la función, el oficio, se deteriora la institución y se va al fracaso; véase lo que le pasó a la monarquía griega (tan cercana a la nuestra): equivocado el oficio, sus ciudadanos optaron por darle la patada a sus miembros.
De la república también expliqué que no me valen idealismos sin base ni demostración (o sea, que también ni fu ni fa, aunque algo más de fa). En gran cantidad de países existe este régimen. También, según quienes detentan temporalmente trabajar para la misma, y ejerzan bien su oficio, funcionará o no; y si perdura funcionando mal es porque se la ha tergiversado y cambiado. En el nuestro, todavía falta una tercera convocatoria, una tercera oportunidad, que la demuestre viable.
Sé que ya escribí al respecto.
Lo que ahora me llama mucho la atención es el afán antimonárquico que existe en ciertos medios de comunicación de la derecha —sí, ¡de la derecha!— española. Me pasmo. Los ataques son de máxima virulencia, inconcebibles, que procedan de esos ámbitos, que más se suponían y admitían lo fueran propios de los republicanos recalcitrantes, de los llamados progresistas o claramente de los de las izquierdas variadas de toda la vida y de nuevo cuño.
¿Es que las publicaciones, filtraciones, rumorologías variadas, o certezas ya demostradas, proceden de los republicanos?, ¡qué va, hermano! Manejan los informes, los dosieres, las cintas grabadas, los listados de cuentas opacas o simplemente ocultas, las fotos y demás material, una pléyade de sujetos y grupos perfectamente determinados a deteriorar la imagen de la monarquía española. En la figura del anterior rey, ‘emérito’ que se le ha venido a decir, o de sus parientes más cercanos (yerno e hija), y alcanzando por tiro indirecto al rey actual, su heredero e hijo.
Nunca fueron ejemplares las historias de los reyes españoles, en especial las de la dinastía borbónica (veremos si alguno escapó indemne). El siglo diecinueve se plagó de indecorosidades e ineptitudes tales que poco se salva; y se salvó por mera interposición del sable protector (frente al sable que los quería desterrar para siempre). Los sables protectores vivieron a la sombra de la corona, hasta que esta no sirvió de protección ni excusa. Por eso, cayeron coronas de las testas coronadas y, con ello, quienes poseían esas cabezas hubieron de tomar las de Villadiego.
Que nadie escarmienta en cabeza ajena es cierto; pero es que casi nunca, tampoco, ni en la propia. Y estos miembros coronados y sus familias, y quienes los consideran intocables, no aprenden ni en la historia de sus parientes. Cometen los mismos errores en la creencia de su seguridad a toda prueba. Y que siempre tendrán sables entre los que esconderse.
Pues, precisamente, los ataques actuales y más furibundos proceden de los ámbitos, grupos y medios de opinión que más debieran defenderlos. Sí, cierto es que, con grandes gritos y alharacas, manifiestan su fidelidad y apoyo a la monarquía. No faltan en sus recepciones y banquetes, en sus cacerías (cuando las había), en sus regatas, en las paradas militares y hasta en los servicios religiosos; pero, a la vez, minan la institución con sus aparentes “descubrimientos”, sus “investigaciones” y sus publicaciones de todo lo “encontrado”. ¡Qué casualidades!
Leí un artículo de opinión, que cualquiera hubiese pensado que procedía de un elemento de la izquierda republicana, contra el anterior rey que me dejó planchado. No porque expusiese mentiras o medias verdades, sino porque era claro y preciso. Descarnado. Procedía de una periodista siempre arrimada (y de ellos había hecho negocio) a la sombra de la realeza. La excusa era la de proteger al actual monarca; pero tal era la carga, que la demolición acabaría con todo el edificio. Derecha pura y dura contra la monarquía.
¿Es que ya están pasándole factura al anterior coronado los del franquismo desnortado?, ¿los falangistas engañados una y otra vez?, ¿el nacionalcatolicismo falto de influencia?, ¿los del IBEX?, ¿los sables que añoran tiempos de ordeno y mando…? No me extrañaría nada. Porque son sus elementos más activos los que mueven los datos. Veamos si no ese entendido y cuidado, hasta ahora, como “supercomisario” que, además de forjarse un buen colchón para su vejez, supo maniobrar para que eso fuese seguro; dueño de los secretos, los deja airear como quien no quiere la cosa, como que él solo pasaba por allí (y me lo veo en su uniforme de gala con el pechote plagado de condecoraciones, cosa de lo más patriótica, claro). Y el medio correspondiente lo publica “por entregas”.
Sí, le pasan factura al reinstaurado (porque reinstauración borbónica fue, que no monarquía de nuevo cuño como se empeñaba Su Excelencia en declarar) y, de camino, también minan la situación de su hijo y heredero. Malos tiempos para él.
Y si se confía en los sables amigos, ¡cuidado!, aprenda lo que le sucedió a su bisabuelo: los sables lo dejaron marchar sin mucho duelo. Y luego, el que podía haberlo repuesto se quedó en el trono tan lindamente, vitaliciamente. Tal vez lo que se pretenda sea un portador de sable, otra vez, que ordene el cotarro como los nostálgicos (y asimilados) desearían y que invite a largarse a todo representante real que quede por el territorio o, al menos, a que renuncien a coronas, mantos, títulos o privilegios para ser ciudadanos comunes con sus comunes actividades y necesidades (y ambiciones).
Hay que ver en qué queda esto, porque los eslóganes tradicionales de “Dios, patria y rey” de la derecha es la misma derecha la que los está desposeyendo del último término, dado el desprestigio al que lo están sometiendo. ¿Por fin, una derecha española y republicana?