Por Fernando Sánchez Resa.
Vivimos tiempos convulsos en los que las ancestrales costumbres se van enterrando en aras de una modernidad mal entendida (a mi entender, claro), gracias a la sociedad, en general, y a los modernos medios de comunicación que saben plantar su semilla de confusión y descolocamiento.
De ahí que, los que ya vamos entrando en una edad provecta, no nos asombremos y sorprendamos demasiado de casi nada, comprobando cómo van cayendo en el olvido (o llevan camino de ello) ciertas antiguas tradiciones que nos enseñaron de pequeños nuestros mayores y que a las nuevas generaciones cada vez les van sonando menos o a nada.
Es normal que, cuando se es joven, se piense que hay que innovar y dejar a un lado ciertas formas de pensar o actuar antiguas, que son rémora para una libertad absoluta, que es imposible alcanzar en cualquier sociedad que se precie…; por eso, hemos pasado paulatinamente de una sociedad patriarcal ‑en la que el viejo, por su experiencia en la vida, dominaba el saber de su tribu‑ al extremo opuesto: lo joven y novedoso es lo más guay y lo que debemos seguir a pie juntillas, venga de donde venga; y, aunque tenga una edulcorada intención económica, comercial o ideológica determinada…
Pues bien, eso está pasando con la fiesta de “Todos los Santos”, tan española, ya que se va cambiando vil y subrepticiamente, especialmente en las nuevas y jóvenes generaciones, por un Halloween (fiesta lúdico-festiva) importada de EE. UU., producto de esta norteamericanofilia que nos ha entrado a todos, comenzando con el aprendizaje del inglés (o cualquier otro idioma), acción muy loable por cierto, pero que vamos confundiendo a toda la sociedad con una anglofilia exagerada. No hay más que ver que, en cualquier ciudad de España (Úbeda, por ejemplo), los carteles y propaganda anunciadora en los escaparates o incluso en los nombres de los negocios ya se pone en inglés, que no en español; porque, para mucha gente, mola más y tiene un éxito más asegurado: es más esnob, en definitiva.
Esta moda del Halloween, cual adelantado carnaval importado, no se ha presentado así como así, de la noche a la mañana, sino que tiene ‑a mi entender‑ múltiples causas, cada una con su propio poder específico y alienante: la mencionada moda de que todo lo que viene de Norteamérica es lo mejor y digno de seguir (películas; modas en el vestir, comer, viajar y vivir; divorcios, Halloween, Día de Acción de Gracias, Viernes Negro…); la promoción exacerbada de esta fiesta estadounidense que estamos comentando, en los colegios de nuestra querida España, también llamada país, que están confundiendo a las tiernas generaciones sin haberles mostrado fiel y firmemente nuestra ancestral tradición de la fiesta de “Todos los Santos y Difuntos”…; la oportunidad comercial y turística de aprovechar este puente festivo para programar visitas y espectáculos diferentes a los que se hacían, no tan antiguamente, por estas fechas, como asistir a la representación de la obra de José Zorrilla, Don Juan Tenorio, etc., o visitar nuestros cementerios y rezar por el alma de nuestros familiares y amigos que ya se fueron de nuestro mundo material, etc.
Sé, fehacientemente (y por desgracia), que la batalla está perdida. Este choque entre Halloween y la fiesta de “Todos los Santos” se saldará, como es de prever y ya se está vislumbrando, con el triunfo del primero en perjuicio del segundo, pues la sociedad actual está poniendo todos los medios para que así sea…
¡Ojalá me equivoque…!
Úbeda, 1 de noviembre de 2016.