Por Manuel Almagro Chinchilla.
Agudo – Fuenlabrada de los Montes, 25,6 km.
Salimos de Agudo el día 16 de julio, eran las 5:12 de la mañana. Siguiendo el itinerario marcado por el senderista Francisco, tomamos la salida por detrás del cementerio, cogiendo una pista roja que sale a la izquierda. Era completamente de noche y no se distinguía muy bien si la pista era roja o de otro color. A la escasa luz de una linterna agonizante escogimos la que Dios buenamente nos dio a entender. A medida que avanzábamos, íbamos comprobando que el paisaje no coincidía con la descripción que se nos había hecho; tampoco la pista era roja, aunque podía haber variado el color después de algunos kilómetros.
Estábamos perdidos, desconcertados, pero alegres. Al alcance de nuestra vista no aparecía camino alguno. Nos lo tomamos con calma y nos pusimos a descansar apeando las mochilas, que sirvieron para recostarnos sobre ellas. Apreciamos la verdadera grandeza del paisaje que nos mostraban los primeros rayos de sol: arroyos, dehesas, sabana, fauna… Apareció un ganadero con un todoterreno y le paramos para que nos informara. Iba acompañado de su yerno, gran conocedor de la comarca. Éste nos indicó los pasos que seguir hasta coger el “camino de los contrabandistas”, pasando por casa Jeros y la fuente del Requesón. En esta última, unos arrieros nos instruyen sobre el camino de Fuenlabrada, que sale tras unos depósitos de aguas. Habíamos abandonado la provincia de Ciudad Real y entrábamos en la de Badajoz.
En Fuenlabrada, no nos esperaba nadie; no figuraba en el proyecto; la habíamos incluido en el itinerario el día anterior, por lo que tendríamos que utilizar el ingenio para encontrar algún apoyo, sobre todo para pasar la noche. En principio, nada más entrar al pueblo, nos dirigimos a la iglesia a descansar en la puerta: «Dios proveerá». Entendimos que lo más acertado era ir directamente al alcalde, en busca de ayuda. Excelente la acogida del primer edil municipal, Gabriel Muñoz, y de varios miembros de su gobierno. Se interesan por nuestro proyecto, como bien cultural y turístico para el municipio. Barajan la posibilidad de alojarnos en el gimnasio municipal, en el hogar del jubilado o en la que fue casa del médico. Nos decidimos por esta última y allí nos instalamos con nuestras mochilas y extendimos las esterillas de dormir en el suelo. El calor era agobiante. Preparamos nuestra habitual comida y un postre con abundante sandía.