Mis dioses

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

Esto de que te elija un dios debe ser bastante complicado (o que tú lo elijas y seas aceptado), porque se ve que no es tan fácil de acertar o aceptar.

Las luchas históricas de los hombres por sus dioses (o de los dioses por sus hombres) han sido épicas y recurrentes. ¡Cuántas muertes por un quítame allá ese dios! (o pónmelo). Se justificaban, sí, se justificaban y santificaban, que todo vale. Si, además del todo vale, se recibía o recibe un regalo extra (paraíso asegurado), pues no hay duda al respecto. ¡A por ellos, oehhh!

Las luchas humanas han tenido en demasiado tiempo estos tintes, connotaciones o motivaciones explícitamente religiosas. Y es una pena y una aberración el haberlo consentido y el que todavía se admitan y consientan. Son atavismos prehistóricos, los dioses contra los hombres, los hombres frente a sus dioses y todos contra sí mismos. Hasta nuestros días e incluso bajo el paraguas de un dios nominalmente idéntico, los pueblos se enfrentan; eso sí, pretendiendo que es a ellos a quienes protege ese dios, no a los otros. Su dios, que es distinto siendo igual, ¡qué paradoja más sangrienta!, ¡qué dioses más caprichosos!

Se cuenta que, en la lejana Edad Media, en el territorio de la actual Francia y como acción contra los herejes cátaros, se atacó la ciudad de Carcasona, bastión de los mismos. Decidido el asalto final a sangre y fuego y sin cuartel, alguien más escrupuloso o con más humanidad de lo que se llevaba por costumbre argumentó si era procedente llevar a cabo tal matanza, pues podrían haber inocentes entre los que serían pasados a cuchillo. Un eclesiástico de alto rango, creo que legado del Papa, argumentó para calmar los escrúpulos del indeciso que no habría problema alguno «pues, si eran culpables, lo tendrían merecido y, si inocentes, irían directamente al cielo…».

En la actualidad, hubo unas declaraciones de cierto eclesiástico que se parecen, sorprendentemente en el fondo, a las emitidas en esa época de cruzados. Su discurso, intentado explicar luego, se refería a los males sufridos por el pueblo haitiano tras el terremoto devastador, que no eran tales, pues ese pueblo inocente tendría su recompensa celestial posterior; mas sí que eran dignos de castigos y males los que ejercían de impiedad, se alejaban de las doctrinas enseñadas, abrazaban el materialismo y otras depravaciones más de esta época moderna. Unos por los otros y que se hundiese el mundo.

También queremos dioses afines, dóciles, a nuestro acomodo, que supuestamente piensen y tengan nuestras ideas… ¡Queremos dioses afiliados a nuestros partidos políticos!, y si no, pues no nos valen, ¡ea! Vuelven a surgir distintos dioses valedores de distintos pueblos en tanto en que hasta hablan sus distintos idiomas y se dignan transmitir sus mensajes por los pastores exclusivos de esos pueblos, con ser el mismo al que se apela, y esto sí que es un verdadero misterio y no el de la Santísima Trinidad.

Acá, en España, tenemos dioses catalanes, vascos…, pero con matices, que deben ser catalanes y vascos nacionalistas y mejor independentistas, dioses de la discordia y de la exclusión frente a los demás, con ser supuestamente los mismos. Eso, al menos, nos dicen y defienden sus ministros (de los dioses) y parte de sus administrados. ¿Será entonces que todo depende en realidad no de esos dioses inalcanzables y mudos y sí de quienes se dicen sus representantes únicos y legítimos en la tierra?, ¿que todo es mera interpretación interesada de quienes siempre necesitaron la coartada de los dioses para manejar a los hombres?, ¿será que no queremos entender que hemos conocido de la existencia de esos dioses, a lo largo de la vida humana en este planeta, porque siempre han existido personas que se erigieron en sus descubridores, existiesen o no tales deidades? Que una cosa es que el humano necesite de trascendencia, de sentido de su existencia, del consuelo frente a lo imponderable, de una explicación ante lo inexplicable y otra que existieran o existan los espabilados que, sabiendo de esto, decidan explotarlo en su beneficio de personas o de castas. No olvidemos que, antaño, los reyes eran a la vez los sumos sacerdotes, y eso tenía un enorme sentido.

Dudar o creer, cosa es de humanos y cosa también de su libertad de decisión; matar por los mismos, no.

Volvamos, si necesitamos dioses, a aquellas deidades de los romanos tan particulares y tan íntimas, tan cercanas, a los dioses protectores del hogar (nuestro hogar y por tanto nuestros dioses), de nuestra salud, de nuestro dinero, de nuestra vida… Al menos los manejaremos solo nosotros.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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