“Mujeres en Venecia”

Por Fernando Sánchez Resa.

Retomo nuevamente este estancado “Diario de un aficionado cinéfilo”, tras bucear y entretenerme (esporádica e interesadamente) en otros asuntos y temas que se cruzaron en mi camino, con el firme propósito de completarlo hasta donde mi salud y firme voluntad alcancen…


Aquella lejana noche del 23 de enero de 2014, no pude asistir a la proyección de la película Mujeres en Venecia [The honey pot, ‘El pote de miel’‑1967, por la defunción (dos días antes) de mi querida suegra], en la Sala del Club de Lectura del Hospital de Santiago, perdiéndome las doctas y agudas explicaciones de cualquiera de los dos gurús cinéfilos que guían nuestra meditación y visionado cinematográfico semanal. Por eso, tratando de paliarlo en este tórrido y largo verano y ayudado incondicionalmente por el aparato de aire acondicionado, he querido verla en casa, bien acompañado por mi esposa e hija menor. ¡El cine, en compañía, se disfruta más y mejor…!

Los tres quedamos impresionados con sus profundos, divertidos y fluidos diálogos que marcan una filosofía vital, resultándonos una interesante película cual si fuese escrita por la maravillosa pluma de Ágatha Christie. De hecho, hay un paralelismo notable en la figura de Maggie Smith, auténtica protagonista, junto a Rex Harrison (Cecil Fox). Hemos ido de enredo en enredo, siguiendo las pistas ciertas y/o falsas que nos marcaba el director y guionista Joseph L. Mankiewicz, en una de sus últimas comedias, dedicada a la intriga, que es una reflexión sobre la codicia de los seres humanos en el hábil discurrir de los siete personajes que entrarán en el juego, bien interpretados por los actores, hasta que la historia desemboca en un final inesperado, que no voy a desvelar para que así ustedes se sientan impelidos a verla y disfrutarla, sacando sus propias conclusiones. Un sólo hecho podría ser suficiente para aplaudir esta película, que constituye un cine lleno de sorpresas: nos ofrece un uso exquisito del lenguaje que, indefectiblemente, promueve en nuestro ser interior ese gusto latente por el intelecto, por la fluidez verbal y por escudriñar en la esencia humana para desentrañar sus misterios.

El argumento sí que se lo voy a adelantar. Un señor inmensamente rico, al menos eso es lo que parece y él mismo comenta, Cecil Fox (Harrison), vive en una decadente y gran mansión de la Venecia auténtica y decide reunir allí a las tres mujeres que más han marcado su vida para que sea la más inteligente la que se lleve su herencia. Por el palacio, aparecen una princesa (Capucine), una cabaretera (Edie Adams) y su antigua esposa Estrella (Susan Hayward), acompañada de una enfermera que le administra los somníferos (Maggie Smith). Para ello, contrata a un actor profesional, Mac Fly (Cliff Robertson), para que en su palacio veneciano se lleve a buen término la obra teatral que quiere representar en la vida real: la comedia “Volpone”, por la que siente predilección; argumentando que él es un señor al que le queda poca vida (aunque se encuentra muy saludable), pues su escasa salud, desde el ataque al corazón, así lo pronostica. Y con el marco incomparable de la Venecia real, anclada en el siglo XVIII, como el propio protagonista principal dice, el espectador puede disfrutar de su ambiente, sus edificaciones, jardines y canales que constatan la decadencia de un esplendor pasado, con sus góndolas y paisaje urbano tan entrañable (del que muchos hemos tenido la suerte de disfrutar en algún viaje; y que se nos ha quedado impreso perennemente en la memoria, con su pátina de nostalgia y belleza). Con esas tres mujeres, cada una con su personalidad, físico y edad diferente, y mediante un rico y estudiado diálogo, la película nos va poniendo en antecedentes de quiénes son esas interesadas aspirantes al testamento. El actor contratado y la nada estúpida enfermera Sarah Watkins (Maggie Smith), juntamente con el escéptico policía italiano, conforman los siete personajes que harán disfrutar durante más de dos horas de un cine inteligente al que hay que estar muy atento para no dejarse arrastrar por las apariencias que ocurren en la pantalla o por las falsas pistas que los actores quieren darnos para hacernos un lío monumental y que anticipemos cómo será su final y quién heredará la inmensa fortuna…

Excelente la actuación del primer actor, que nos recordó otras interpretaciones (como en My fair lady…); así como de la enfermera de esta película que representaba a Minerva McGonagall, una profesora del colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, en la serie cinematográfica de Harry Potter…

A todo color y en versión española, es una delicia que le hará pasar dos entretenidas horas, para luego comentarla con compañeros, familiares o amigos y poder sacar diferentes y ricas conclusiones, corroborando detalles y/o descubriendo nuevos enfoques de los que uno no se había dado cuenta. Obra por lo tanto más que recomendable para amantes de las grandes frases y para espectadores que deseen encontrar en el género de misterio esa sombra de lúdica inteligencia que separa las obras olvidables de las imprescindibles.

Me fui a la cama dándole vueltas a los temas favoritos de Mankiewicz: el poder, el destino, el tiempo, las limitaciones del ser humano…; todo bajo su prisma eminente de hombre de teatro y haciendo de la película una función de ese signo. También recordando, de la mano de su personaje principal, que decía, refiriéndose al tiempo y a las personas que ansían vivir cien años anodinamente: «Prefiero vivir la mitad, pero que merezca la pena, primando la calidad sobre la cantidad…». Buena moraleja para que mis sueños fantaseasen sobre los diversos temas universales tocados con tacto e inteligencia en esta película: el tiempo fugitivo, la incuestionable y efímera belleza, el verdadero amor, el inteligente latrocinio, el falso poder, las máximas aspiraciones que todo ser humano lleva muy dentro y que muchas veces le da vergüenza exteriorizar…

Úbeda, 7 de agosto de 2015.

fernandosanchezresa@hotmail.com

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