19-08-2012.
Mi querencia por la señora que preside la Comunidad de Madrid es cada día más fuerte. Le tengo ganas, cariñosamente hablando, a esta señora aristócrata de alto copete y grandeza, que tanto y tan bien labora por el interés personal de las personas afines del clan familiar, afines en ideología, afines en negocios y en esencias patrias.
Luchadora sacrificada que es ella, no ceja ni desiste en una acción constante y persistente en lo que se refiere a lo tocante a sus intereses arriba esbozados. Lo demás es accesorio ‑utilizable, si en un momento dado se puede aprovechar‑, fútil o inexistente. Aquí está lo importante: lo que no le sirva a ella, a sus fines o a los fines de sus cortesanos, no existe ni tiene necesidad de existir. Por sus ideas, es capaz de enfrentarse al mismísimo Rey.
Así que fiel a esa idea (una sola y motor poderoso, sin embargo), todo lo demás es prebenda, subvención y mamandurria. Todo lo demás que no afecte a lo anteriormente esbozado, claro.
Mamandurria. Palabreja que no se le hubiese ocurrido a la lideresa, pero que uno de sus más aventajados cortesanos inventara y propagara a todos los patrios vientos, gracias a los medios propagandísticos que domina o en los que interviene. Bien me sé el uso indiscriminado y continuado que el llamado periodista ha hecho de tal palabro, con declarado ánimo de insultar. Porque los acogidos a la mamandurria son parásitos sociales (y causantes ciertos, ahora se ve claro, de la ruina de este país): mamonazos claros de la teta pública. Tal invento le valió concesiones “graciosas” de emisoras, al periodista, y tener por defensora a la dama ante Su Majestad (con el consiguiente cabreo de Su Majestad).
No citaré relación pormenorizada de los acogidos a la mamandurria, que todos tenemos ligera idea de por dónde van los tiros; aunque tampoco seré tan ingenuo o parcial como para no reconocer que de la teta pública mamaron indefinidamente o improcedentemente organizaciones y personas de las que bien se podría haber prescindido. Ustedes, que me son tan simpáticos y me leen, hagan sus listados, que seguro coincidimos (hasta en algunos casos con la dama en cuestión).
Pero el asunto es cómo se trasladan estos vicios sólo a unos sectores, a los que se acusa, como he dicho desde hace tiempo, y se olvidan (y ella más) de otros que también utilizan beneficios, prebendas y sinecuras, ayudas de lo público, y no se les menciona ni se les incluye en el mismo lote; claro, porque sí tienen derecho a recibir lo que a otros se les quiere quitar o se les deniega. Razón: son de los nuestros.
Los colegios confesionales, privados y concertados, ¿no reciben subvenciones? Las instituciones de arte privadas, ¿no reciben subvenciones? Las fundaciones de índole tanto religiosa como política (esas fundaciones de “estudios”, que en realidad son centros de propaganda y adoctrinamiento), ¿no se subvencionan o reciben ayudas públicas? ¿No se le dan ayudas a órdenes religiosas, eventos confesionales, ferias y exposiciones comerciales, industriales, etc.?
¿No son todo esto sino mamandurrias autorizadas, aceptadas, bendecidas y nunca discutidas ni denunciadas por el insigne periodista y su insigne líder femenina? ¿Van, desde ahora mismo y sin reservas, a cortar el grifo de la donación de dinero público a todo lo que hasta ahora lo ha estado recibiendo, sean tirios o troyanos los receptores?
No creo que entre en sus molleras cuadriculadas tal acción tan radical, que desde luego sí que sería congruente con ese ideario ultraliberal del que tanto presumen y que tanto airean y blanden ante nuestros atribulados (y poco liberales, se ve) ojos y oídos. Porque ahí estaría la piedra de escándalo ante la que no se quieren medir, ni mostrar, ni tropezar, por la congruencia total de sus manoseados ultraísmos con sus acciones de gobierno. Así, hubiese dejado ella al albur del “mercado” las adjudicaciones de servicios y concesiones, los nombramientos en empresas y bancos cuasi “intervenidos” por sus tentáculos políticos, la implantación y desarrollo de negocios (pues, ¿a qué intervenir en ese estremecedor caso de los macrocasinos, del mafioso…?). Y no hablamos del mangoneo que, a la sombra de tan magnífica jefa, se dedicaron o dedican todavía miembros del grupo “gurteliano” y otros semejantes y todavía no aclarados.
¿Eso es liberalismo o simplemente fascismo disfrazado, clasismo, derechismo rancio y viejo, acomodaticio a las viejas sombras de viejas banderas, himnos, actitudes, y vieja creencias de una hipocresía total y enmascaradora con patrioteríos falsos y de intereses muy personales?
Las caretas han de caer ya. Que se diga claro lo que se piensa (¿no estamos en democracia?); que se declaren las finalidades que se persiguen y se tenga la valentía de declarar si se quiere vivir en una verdadera democracia (y correr el riesgo de que así no se les vote) o una dictadura manejada por los de su clase. Se le agradecería a la señora ‑y yo sería el primero‑ tal gesto.