Deseducación

18-03-2012.

Hoy en día estamos paradójicamente más expuestos a no educar adecuadamente a nuestros hijos y alumnos que antaño, a pesar de los trepidantes cambios pedagógicos y medios de todo tipo que nos ofrece la sociedad en la que nos desenvolvemos actualmente. A mi entender, van produciéndose síntomas manifiestos de que el mundo educativo no camina por la senda acertada, sino que, en ciertos casos, se desvía por una ruta equivocada…

Llevo bastantes años en esta bonita y, hasta no hace tanto, gratificante profesión de educador, de maestro como hace tiempo se le llamaba. Y, a lo largo de estas casi cuatro décadas de mi labor docente, he servido ‑y sigo en la brecha‑ desde diversos ámbitos y sectores de educación infantil y primaria, impartiendo incluso clases en la desparecida Segunda Etapa de EGB; amén de colaborar desde variados puestos directivos… He pasado por distintos colegios y ciudades y me he beneficiado tanto del bagaje que imprimen los propios alumnos de todas las edades, pues cada día te enseñan algo nuevo, así como de las diferentes atalayas profesionales que he tenido la suerte de habitar…

Pero, últimamente, estoy viendo casos flagrantes adonde algunos padres ‑y/o madres, como gusta nombrárseles ahora, no todos por cierto, aunque por desgracia van en aumento‑, en lugar de colaborar con el centro y el maestro, zancadillean su labor haciéndola más difícil y contradictoria, con lo que los alumnos a veces no saben a qué carta atenerse… Menos mal que, por el contrario, sigue habiendo bastantes padres y madres que son un encanto y colaboran muy de veras con la educación de sus hijos; en definitiva: son inteligentes y saben que si están al lado del profesor de su hijo su labor educativa va a ser más segura y fiable. Son de los que creen que, porque se le regañe o castigue “no la han tomado con su hijo”, sino que hay un sano motivo pedagógico detrás de ello. Y hablo de lo que ocurre en primaria, pues para secundaria necesitaríamos un tomo más gordo que el Libro de Petete

Valgan como ilustración un par de ejemplos (la lista se podría hacer interminable), en donde se comprueba palpablemente que algunos padres, y singularmente madres, entorpecen y boicotean la labor educativa que se les da en el centro o en el aula; y ellos creen, en su equivocado proceder, que lo están haciendo bien respecto a la educación de sus hijos.

Así, hace un tiempo, cuando un determinado consejo escolar sancionó con la no asistencia al viaje de estudios a algunos alumnos por su mal y grave comportamiento, los padres no tuvieron otra idea que ‑para puentear la medida‑ llevarlos, por su cuenta, al mismo tiempo y hotel adonde el resto de sus compañeros iban a disfrutar de su merecido premio… ¡Buen servicio le hicieron ‑como podrán comprobar los inteligentes lectores‑, resaltándoles que los padres están para defender a sus hijos de las “injusticias” que el colegio les haga…! Claro, cuando entraron en secundaria, la cosa cambió bastante…

Más recientemente ha ocurrido algo inaudito: habiéndosele comunicado, por escrito (a varios alumnos), la no participación en la siguiente actividad extraescolar por su mal comportamiento en la anterior, varias madres presentaron una carta irónica y bochornosa dirigida al director del centro para protestar por la medida, en donde arremetían contra los maestros de sus hijos, pues, según ellas, no se había procedido correctamente… Y ahí no acabó la historia, sino que, por el contrario, cogieron a sus niños y los llevaron a la excursión no realizada ‑mejorándola incluso‑ con el fin de que ellos aprendieran que lo que les habían hecho sus maestros no era lo correcto y que ellos, como padres, tenían la obligación de rectificarlo…

Por eso decía al principio que nos quejamos de cómo va la educación y de que no se prima el esfuerzo y el buen comportamiento del alumno ‑ni al profesor en su labor diaria‑, pero es que, si la propia sociedad la está poniendo en cuestión ‑frecuentemente‑ mediante los medios de comunicación, internet, etc. y, además, luego llegan ciertos padres y madres ‑los más interesados en que la educación se lleve a cabo‑ y deshacen en casa lo que se está inculcando en el aula y en el colegio… ¡apaga y vámonos…!

Así, como decían los antiguos, «¿Adónde vamos a llegar…?». Por más leyes de autoridad del docente que hagan los políticos de turno, si es la propia sociedad y algunos padres o madres ‑que por desgracia, como dije anteriormente, van en aumento‑, el tema de la buena educación va a ser muy difícil de resolver…

Se nos llena la boca a todos diciendo que la educación es lo más importante en esta vida y un buen visado para el futuro de las nuevas generaciones, pero luego la actuación diaria deja mucho que desear taponando, incluso obstruyendo y/o contradiciendo las buenas prácticas educadoras dadas en los centros educativos. Si lo que se intenta inculcar en clase luego se deshace en casa o mediante los malos ejemplos de la televisión, internet y, en general, con los medios de comunicación, lo que se hace es “deseducar”, pues ponen todo patas arriba, haciéndoles creer que todo vale y que todo se consigue sin esfuerzo, sin correcto comportamiento y de forma inmediata… Así, por mucho que hagamos o digamos, el tema de la educación de las nuevas generaciones va a ser más complicado… Mas, luego llegará la vida que ‑sin contemplaciones ultra paternales‑ pondrá a cada cual en su sitio…

Se suele hacer comida a la carta en determinados hogares para sus diferentes componentes, por pobre que sea… Incluso se intenta llevar un nivel de vida de ricos siendo pobres… He presenciado en más de un ocasión cómo se le preguntaba al párvulo, infante o adolescente: «¿Qué quieres comer(o cenar) hoy, cielo…?».

Se va palpando cada vez que hay más niños ‑y también adolescentes‑ que hacen lo que quieren en sus casas, porque los padres y las madres han tirado la toalla bien pronto, desde pequeños… ¿Qué será de ellos cuando lleguen a la peligrosa y desenfrenada adolescencia de nuestro permisivo mundo occidental…? Luego habrán de recurrir a la pastilla del día después, o a las autoridades, etc., pues el mundo de la droga, del sexo desenfrenado y de la delincuencia les estará esperando con los brazos abiertos…

Y, llegado ese momento, será cuando los progenitores lloren y crujan los dientes, precisamente cuando ya es más difícil su remedio… Con lo fácil que hubiese sido haber empezado a educar desde el primer momento, con lo sencillo que hubiese sido… Pero parece que es mejor lamentarse tarde y echarle la culpa de la “deseducación” a todo el mundo: a la escuela, a las malas compañías, al instituto, al policía, al Ayuntamiento de turno, a la mala suerte, etc., cuando la verdadera educación ha de comenzar en el propio hogar, desde que nace la criatura en su seno…

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