Los siete mil

06-11-11.
Le oí una vez a Juan Manuel Sánchez Gordillo, el de Marinaleda, que si la solución para el campo estaba en parar las máquinas, pues que se paraban… Me sonó en aquellos años a demagogia barata. Ahora estamos en siete mil millones de habitantes del planeta y en medio de un huracán que nos va a llevar a todos no se sabe adónde.

También he leído (que yo leo de vez en cuando) que las multinacionales están comprando en África grandes extensiones de tierras para ponerlas en explotación agrícola y ganadera. Ya lo hacen en el continente americano y han creado grandes latifundios que eliminan al campesino y ganadero tradicional (de mera economía de supervivencia, casi siempre) y también a las colectividades sociales autóctonas. La primera consecuencia es el desarraigo y la pobreza de quienes lo sufren.
Se podría pensar que esas grandes superficies, así explotadas, contribuirán a la mejoría notoria de la humanidad necesitada; pero es que, paradójicamente, la empeoran. Si, además, observan que he escrito “multinacionales”, al igual que las que dominan todos los demás sectores económicos y productivos del planeta, pues no dudaremos que lo que buscan es el beneficio puro, crudo, duro y rápido: la especulación y las consiguientes ganancias, sólo para unos pocos.
Es la tónica actual. Unos pocos se han hecho con todo, en todo el mundo, y les importa un pimiento lo que a los demás les pase. Y, si esto lo sabemos, está clarísima la maldad del sistema.
Así que, volviendo al inicio, seguir con el modelo de desarrollo y explotación económica actual debe llevarnos al colapso. No he tenido que leer a ningún teórico del marxismo para deducirlo: sólo hay que pensarlo un poco. Veamos:
Si, para abaratar costes
(que no buscan el abaratar los precios de principio, sino el generar más beneficios),
se entró en la mecanización y automatización total, latifundios y demás,
con la intención de producir más y más consumibles para el mercado,
pero quienes deben consumirlos ya no pueden,
porque no trabajan y no tienen poder adquisitivo para absorber ese enorme potencial a su alcance,
y puesto que hay un límite de rentabilidad bajo el cual ya no debe sembrarse o extraer ni fabricar nada,
y se cierran minas, fábricas o comercios
y entonces se aumentan todavía más las filas de los no consumidores y…
¿Lo ven? Pues esto le da igual al capitalista desaforado, que es el que nos ha metido en esto de lleno. Y tal ceguera nos dirige directamente al cataclismo. Lo estamos viendo, que no es que me lo invente yo.
Habrá que replantearlo todo antes de que sea tarde. No se trata de renunciar a los adelantos y avances ya obtenidos (ni de dejar de investigar), sino de aplicarlos allá donde se necesiten y en la gradación necesaria:
Dejar que el hombre vuelva a ser dueño y trabajador de sus campos,
de sus manufacturas;
pensar en las producciones en función de las necesidades reales y no en las inducidas o ficticias;
regular en suma para evitar lo que está pasando
(y no vale eso de la regulación de los mercados, radicalmente falso).
¿Para qué quiere una fábrica de automóviles sacar más unidades por mes si sólo sirven para quedar almacenadas?
¿Les comprarán esos autos los robots soldadores con los que llenaron sus naves y eliminaron trabajadores?
¿No les sería más interesante que volviesen esos trabajadores, que son los potenciales compradores de esos productos fabricados…?
¿No sería hasta razonable el pensar en ganar menos dividendos a corto plazo, si con ello nos aseguramos beneficios estables a medio y largo?
(Es sólo una cuestión de egoísmo).
Trabajo para todos, menos automatización y más calidad, personalización, racionalización que no quiere decir sólo rentabilidad, mesura en la generación de bienes y servicios, distribución adecuada y acorde con los medios disponibles y las energías necesarias, humanización…
Pero me temo que estas son palabras ya, de puro poco caso que se le hacen, inexistentes. O tomadas por utópicas, cuando nada tienen de tales: que la utopía es lo irrealizable y todo esto se puede poner en práctica.
Deberíamos volver a los artesanos de antaño, porque saldríamos ganando.

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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