25-02-2010.
Tengo uno de esos pocos amigos del alma con el que hablo por teléfono dos o tres veces por semana. Cada vez me cuenta exactamente lo mismo que me había dicho la última vez. Siempre se toma la precaución de empezar con la misma cantinela: «Esto a lo mejor te lo he contado ya». (¡Vaya si me lo has contado! Doscientas y pico veces). Y después añade un comentario lleno de humor y de filosofía: «¿Ves tú? A mí el Alzheimer no me da miedo. Si me viene el Alzheimer, tanto mejor. Así me olvidaré rápidamente de los malos tragos de cada día. Además, tendré la satisfacción de estar viendo siempre caras nuevas».