21-01-2010.
Desde hace algún tiempo han venido saliendo a la luz pública las remuneraciones desvergonzadas de dirigentes de bancos y grandes empresas. Y de algunos personajes políticos.
Sin ánimo de hacer demagogia, quiero evocar las remuneraciones de los enseñantes en general, y especialmente de los que se dedican a los pequeños. Son ellos y ellas los que manejan y conforman esa masa tan delicada que son los pequeños cerebros de lo que serán los hombres y mujeres de mañana. Son estos enseñantes, ellos y ellas, los que prefiguran y siembran de manera definitiva lo esencial de los valores de la sociedad futura. ¿Están pagados según sus méritos? Analicemos.
Analicemos los méritos, las capacidades y competencias que justifican las remuneraciones estratosféricas de la casta empresarial y política. ¿Cómo pueden pretender esos seres tan excepcionales estar a tanta altura que justifique el que ganen 10, 100 y más veces que un asalariado normal que ejecuta seria y concienzudamente su trabajo? He titulado esta nota “Salarios desvergonzados”. En realidad, son esos personajes los desvergonzados, sabiendo cómo viven millones de seres humanos. (El lector no tiene por qué creerme. Yo he tratado y convivido con estos personajes y les digo confidencialmente que he conocido algunos asnos verdaderamente solemnes. No es que lo sean todos. Pero es muy importante decirlo para testimoniar y desmitificar esas altas funciones).
También he formado en la universidad a jóvenes licenciados. He encontrado a varios de ellos, sólo dos o tres años después de terminar los estudios, ganando más de medio millón de euros anuales. Tengo la certeza absoluta de que no eran faroladas lo que me decían. ¿Eran los más inteligentes de las promociones? Pues miren, no necesariamente.
Si los baremos de las remuneraciones estuviesen en correlación con sus grandes responsabilidades y la amplitud de conocimientos requeridos, entonces un buen enseñante de párvulos, ¿qué salario debiera tener? ¡Vaya con esa ley de la oferta y la demanda, cuántos estragos está ocasionando!
(A propósito de la amplitud de conocimientos requeridos para enseñar: hoy, 20 de enero de 2010, ha habido una manifestación de enseñantes en Paris. ¿Reclamaban más salario? No. En las banderolas se podían leer sus exigencias: una formación más larga y más completa para los enseñantes de los pequeños. ¡Eso es nivel! ¡Y vaya lección de clase para la casta de traders ‘vendedores de títulos financieros’ bancarios y otros ávidos personajes!).
Pero preguntémonos: ¿por qué la contrapartida del trabajo ha de ser exclusivamente monetaria? Al político, ¿no le es ya una remuneración la honra de servir al pueblo?
A veces, al enseñante no le llega ni el reconocimiento social, ni siquiera el de los padres de sus alumnos. Entonces, no le queda más refugio que consolarse con la mejor de las pagas. El placer interior de constatar el bien que se hace a los alumnos, y el del trabajo bien hecho. Todo eso pertenece a una categoría superior a la del dinero. La de la elegancia del alma y el placer estético que la acompaña.
Me digo: «¡Qué ejemplo el que han dado hoy los manifestantes de París y cómo nos han estropeado esta sociedad los materialistas de todos los bordes ideológicos!».