Un libro amarillo: «Tumbas sin nombre», 4

27-07-2009.
Íker da un paso más hacia el vacío y el desconocimiento de nuestros ancestros cuando califica como “reliquia” lo que fue la “Imagen Vieja de la Virgen de la Cabeza”, más aún cuando escribe esto:

«Una romería –la más antigua de España‑ que, nos da la impresión, es el único momento en el que la gente, mezclando fe y vino, recuerda este lugar sin saber o sin querer saber lo que ocurrió aquí».
¡Qué superficialidad! Lo que sí ocurrió, señor Íker, no con fe y vino, sino con sangre, lo llevamos los andujareños en lo más profundo de nuestros sentires altivos; lo que aquí ocurrió fue, ayer como hoy, fruto de la intolerancia y el cainismo.
Aquí hay quien sube al Cabezo hasta cincuenta y dos domingos consecutivos y los hay que llevan casi setenta años sin mirar las cumbres de la Sierra de Andújar; pero unos y otros, sin necesidad de linternas, miedos ni taquicardias, saben y sabemos que tenemos el privilegio y la responsabilidad de tener en nuestra tierra una Montaña Sagrada de la que se ocupó el más grande de nuestras letras: Cervantes; en prosa, para ser en la Romería de 1592 (siglo XVI) su primer cronista, dedicándole una parte importante de su obra Los Trabajos de Persiles y Segismunda:
«…me entretendré con la Santa Verónica de Jaén, hasta hacer tiempo de que llegue el último domingo de abril, en cuyo día se celebra en las entrañas de Sierra Morena, a tres leguas de la ciudad de Andújar, la fiesta de nuestra Señora de la Cabeza, que es una de las fiestas que en todo lo descubierto de la tierra se celebra, tal según he oído decir, que ni las pasadas fiestas de la gentilidad, a quien imita la de la Monda de Talavera, no le ha hecho ni le puede hacer ventaja. Bien quisiera yo, si fuera posible, sacarla de la imaginación, donde la tengo fija, y pintárosla con palabras, y ponérosla delante de la vista para que, comprendiéndola, viérades la mucha razón que tenga de alabárosla; pero esta carga es para otro ingenio, no tan estrecho como el mío.
En el rico palacio de Madrid, morada de los reyes, en una galería, está retratada esta fiesta con la puntualidad posible; allí está el monte o, por mejor decir, peñasco en cuya cima está el monasterio que deposita en sí una santa imagen llamada de la Cabeza, que tomó el nombre de la peña donde habita, que antiguamente se llamó el Cabezo, por estar en la mitad de un llano libre y desembarazado, solo y señero de otros montes y peñas que lo rodean, cuya altura será de hasta un cuarto de legua, y cuyo circuito debe ser poco más de media. En este espacio y ameno sitio, tiene su asiento siempre verde y apacible, por el humor que le comunican las aguas del río Jándula que, de paso, como en reverencia, le besa las faldas. El lugar, la peña, la imagen, los milagros, la infinita gente que acude de cerca y de lejos, el solemne día que he dicho, la hacen famosa en el mundo y célebre en España sobre cuantos lugares las más extendidas memorias se acuerdan…».
Igualmente, Lope de Vega, en su obra La Tragedia del Rey Don Sebastián y bautismo del Príncipe de Marruecos, el acto segundo lo desarrolla en plena Romería del Cabezo, dando detalles coreográficos para su representación como el hecho de bailar «como se usa en Andalucía en fiesta de la Virgen de la Cabeza» odescribiendo la misma en verso en esta guisa:
De la Cabeza
Llaman aquesta María,
que es Virgen de gran belleza;
y en toda la Andalucía,
adornada de riqueza,
preséntanle varios dones;
traen tiendas y pabellones
a aquel campo los cristianos,
y en las tiendas y en las manos
levantan ricos pendones.
 
De la Virgen
A la Virgen bella
rosas y flores,
de Jaén y Andújar
los labradores.
 
Más sobre la Virgen
La Virgen de la Cabeza.
¡Quién como ella!
Hizo gloria aquesta tierra.
¡Quién como ella!
Tiene la frente de perlas
y de oro fino las hebras.
Parió quedando doncella,
sana cuantos van a vella,
da salud a los que enferman,
vista al ciego, al mudo lengua.
¡Quién como ella!
La Virgen de la Cabeza.
¡Quién como ella!
Cuando Carmen Porter, esa extraordinaria reportera, tras saborear en El Churrasco nuestra sin par gastronomía, dice: «Parece que alguien nos observa», lleva toda la razón del mundo; pero se equivoca de quiénes son los ojos y las miradas…, porque los andujareños, cuando subimos al Cerro, también sentimos que alguien nos mira, pero no son las órbitas cansadas de nuestros hermanos muertos y en paz, sino que son los ojos dadivosos de María, la Madre de Dios.

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