20-07-2009.
Se está en recuerdo de fecha tan aparentemente importante como la de la llegada a la Luna en un veintiuno de julio del año mil novecientos sesenta y nueve. Lo hicieron los americanos, como debía ser, de la mano de tres astronautas, que en realidad fueron dos; dos, los que bajaron hasta la superficie del satélite.
¿Alunizaje o alucinaje?
Las imágenes en b/n, en nuestras recién adquiridas televisiones (despegábamos ya de la miseria, tan pertinaz como la sequía, según los discursos de Franco), fueron vistas o adivinadas (que casi había que interpretarlas como, a veces, las ecografías de nuestras embarazadas), por todos los españoles y españolas de pro. ¡El hombre en la Luna! (Bueno, en la luna estábamos muchos).
Pues miento, que no las vieron todos ni todas; al menos todos los que por aquellas fechas nos andábamos metidos en la agreste sierra de Segura, en el paraje de Río Madera, donde la Organización tenía su campamento. La Organización era lo que fue llamado Frente de Juventudes (OJE, para maquillar), ramal ideológico-doctrinario del Régimen Nacionalcatólico que, a su vez, maquillaba y transformaba los delirios falangistas en meros recuerdos de una época que se difuminaba entre esas efemérides del calendario americano.
Los que allá estábamos metidos, en la centuria formada en exclusiva por safistas, para obtener el diploma de Instructor Elemental, sin el cual no podríamos ejercer nuestra profesión futura de magisterio, nos perdimos la transmisión de estas increíbles y espectaculares imágenes, porque en el campamento no había televisión. Así que el Régimen nos escamoteaba, en aras de nuestro correcto adoctrinamiento, las influencias nefastas del imperio yanqui, admitido por la fuerza de los hechos pragmáticos; pero en realidad y en el interior de las rectas conciencias nacionales, execrado. Hubimos de enterarnos de todo, cuando salimos del agreste territorio.
Así que ahora, pasados esos cuarenta años de un tirón (¡cuánta vida de una tacada se nos fue!), oigo que preguntan en algunos medios: «¿Qué hacías o dónde estabas tú cuando el hombre llegó a la Luna?». ¡Anda que si declaro que estaba cantando el Cara al Sol!
Muchos y algunas han maquillado su vida tanto ‑con respecto a estos temas y hechos‑ que, a despecho de la verdad verdadera, ni ellas ni ellos tuvieron que ver nada con esas escuadras “recias, marciales”, con el yugo y las flechas prendidos en el pecho, con los brazos bien alzados, palma abierta hacia abajo…, que algunos y algunas cambiaron, en gesto rápido, por puño fuertemente cerrado. «¿Dónde estuviste cuando el hombre pisó por primera vez la Luna?». Y se contarán historias inverosímiles de resistencia contra el dictador.
20 de mayo del 68 en París.
Como del Mayo francés del año anterior. Todo, revolución en marcha: la acracia, efervescencia de ideas, innovación con cambios radicales, la playa bajo los adoquines… Tantos españoles y españolas hubieron allá, como políticos honestos tenemos ahora por acá.
También se ha pasado por alto que se han cumplido cuarenta años de la jura del Sucesor a la Corona en las Cortes. Ante el decrépito General y todos los gerifaltes del aquel Reino sin Rey, pero con Regente. En el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo, en el que hoy han desaparecido los uniformes, tan vistosos, allí se nombró oficialmente al actual Rey de España como sucesor del Caudillo, por la Gracia de Dios. Se juraron (no prometieron) las llamadas Leyes Fundamentales del Estado, al igual que nosotros teníamos que hacer una declaración jurada de acatamiento de las mismas. Así que, en realidad, muchos de nosotros somos perjuros.
Pues eso, tan de importancia para el futuro nacional, tampoco lo vimos. Porque, en realidad, nuestros mandos e instructores nos querían resguardar de tanta insidia y traición al ideario falangista. Tal es así que entre ellos pugnaban por izar la bandera rojinegra del yugo y las flechas, escamoteándose el hacerlo con la blanca de la Cruz de San Andrés.
Allí, entre la serranía segureña, se encontraban, por pocos días, concentradas las esencias doctrinarias por las que un dieciocho de julio se habían lanzado a la lucha. Al menos allí, podían soñar en que todavía permanecían intactas. Vana ilusión.
Cuarenta añazos… ¡Quién lo diría!