11-04-2009.
Querido presidente:
Quizás no sea adecuado escribir (ni leer) poemas satírico-burlescos en estas reverenciales fechas; porque el que te mando está en la línea de otros del mismo talante que ya te envié y que tenían por protagonista al GRACIOSO o al PEREZOSO.
En este, es el SABIHONDO SUPERFICIAL: glorioso contraste. Si dichos personajes son «tipos» existentes en cualquier cultura de cualquier época (toda coincidencia con la realidad es, pues, pura casualidad), yo tengo por costumbre anclarlos en el presente nuestro, aludiendo a sucesos concretos del hoy.
AL SABIHONDO SUPERFICIAL
«El fondo es la forma que vuelve a la superficie».
Anónimo.
1
Esa esfinge asomada a la ventana
de un ático, un Rincón o una cornisa,
pone cara de estar oyendo misa
o de observar el salto de una rana:
de esas cuyo deporte favorito
es tragarse una mosca o un mosquito.
2
Se cree experto en la lengua de Molière
cuando alaba textos en el gabacho
idioma escritos. Mas el coliguacho
no distingue la blasphème de la prière.
Es pensar, por consonancia, que El Corbacho
fuera también escrito por Boccaccio.
3
Letrado en cosas de pseudología
rebozadita de moral inquieta,
esboza teorías de bragueta
que el mismísimo Freud envidiaría.
Patologías son del ser humano
político, depredador e insano.
4
Mítico historiador a lo Herodoto
(¡Qué digo!: ¡A lo Catón o Tito Livio!),
de todo opina; mas, en su solivio,
lo mismo vale un descosío que un roto.
La historia es siempre pasado evidente
y el pasado no tiene ya presente.
5
Engullidor de prosas insaciable
y productor de muchísima, de tanta
que, si se lee, duele la garganta
e intoxica un cerebro imperturbable.
Sólo Dios lo entiende y él se entiende:
desgracia que no habrá quien recomiende.
6
Que Dios nos libre de su verborrea
como a Aquila de otro terremoto,
a las Fidji de un nuevo maremoto,
o al niño negro de la diarrea.
«¡Castigo! —grita el soberano altivo—,
por no hacer uso del preservativo».
7
En fin, no hay que tomarse con denuedo
lo que he dicho, pues son burlescos
versos sencillamente picarescos
como hacían Góngora y Quevedo.
Ha sido un simple ejercicio de estilo
del que no ha de reír ni un cocodrilo.