090204-3

Almagro, permíteme que, antes de  continuar con nuestra conversación en este agradable Rincón, le ruegue a mi querido compañero y amigo Alfredo que no nos diga “ADIÓS”, sino “HASTA OTRA”. Que me gustaría seguir disfrutando con la lectura de tus aportaciones “por el fondo y la forma”, por la “conexión y aciertos” de tus escritos, como acertadamente te felicita nuestro querido Diego. Y eso, aunque pueda no compartir, en ocasiones, algunas de tus expresiones.

Alfredo, todos podemos tomarnos un buen café, o lo que cada cual quiera, estemos o no de acuerdo con lo que otros contertulios opinen, sin que, por ello, tengamos que descalificar y, mucho menos, insultar.
Querido Alfredo, no todas las personas tenemos tu capacidad, tus conocimientos y ni siquiera, quizás, tu sensatez. Pero sí que tenemos el derecho a poder expresarnos con mayor o menor acierto, con mayor o menor soltura, con mayor o menor “cordura”; pero siempre con todo el respeto del mundo hacia los otros contertulios.
Precisamente, yo soy una de esas personas que tiene siempre ciertos reparos en participar, porque sé de mis limitaciones escribanas (magníficamente reconocidas por nuestro querido amigo Diego, a raíz de mi última participación).
Ya me gustaría poseer vuestra magnífica facilidad para plasmar, por escrito, vuestras ideas. Pero, a pesar de ello, a veces me animo. Y venzo mi falta de “capacidad” en un intento de contribuir a amenizar este confortable Rincón en la medida de mis posibilidades, y con el convencimiento de que también a él ha llegado el espíritu de la “integración social de los minusválidos” (de todo tipo, incluidos los “intelectuales”). Y que, por tanto, los posibles lectores, entendiendo mis limitaciones y atendiendo a mi buena voluntad, intentarían comprender lo que les quisiera transmitir.
Bueno, querido amigo Manuel Almagro, uno se alegra cuando algún contertulio comenta algo de lo que uno ha aportado. Sobre todo, al comprender la generosa benevolencia con la que uno ha sido leído.
Manolo, me gustaría intentar aclarar las reflexiones aportadas en mi anterior participación, aunque, por mi impericia en exponerlas, nuestro común amigo Diego, si las lee, me vuelva a tildar de “retórico” y tenga que releerme para aclararse. (Diego, sé que usarás de tu paciencia de auténtico docente para intentar “comprender” al que “no sabe”… expresarse).
Almagro, en mi modesto modo de ver las cosas, la fe (con minúscula), a la que hacía referencia en mi anterior aportación, es previa y es la base sobre la que se asienta cualquier Fe (con mayúscula).
Cuando ese “animal social” llega a tomar conciencia, a convencerse de lo “absurdo” que supone una existencia en la que hay “aspiraciones” que no se “llenan” con la materialidad de su devenir por este mundo, acaba por preguntarse sobre el “sentido” que tiene su existencia. Su consciencia le ha llevado a la Trascendencia.
La respuesta a esa “búsqueda de sentido” está en la base de la Fe. Esa “búsqueda de sentido” es también una constante de nuestro devenir como “animal social”. Esa “búsqueda de sentido” está en la base de todo sentimiento religioso (en el sentido etimológico del término: religare, ‘volver a unir’. Berzosa, como experto, me podrá corregir si me equivoco). Y, a mi corto entender, está también en la base de todas las religiones y, por tanto, de la Fe.
Entiendo que tener Fe es creer (“tener fe”) en que “otros han encontrado” el sentido de su existencia en aquello que nos comunican (sus creencias). Y que, al igual que “ellos” han “vivenciado” la plenitud de su vida en esa Fe, del mismo modo la podemos vivenciar nosotros. En este sentido, la Fe no es irracional. Precisamente, una de las causas del malestar del ser humano de la sociedad actual, de sus neurosis, es esa pérdida de sentido de nuestra existencia. No en vano, hay toda una corriente terapéutica basada en lograr que el paciente “vuelva” a encontrar un “sentido” a su vida.
Claro que estamos suponiendo la “sinceridad” de la persona que busca. Y la sinceridad se basa precisamente en la “buena y recta conciencia”. Y entiendo que la “buena conciencia” se basa en la libertad personal.
Por eso, creo que la respuesta que cada uno encuentre en esa búsqueda consciente, sincera y libre del sentido de su vida, de la “verdad”, es digna de los mayores respetos. Y lo será tanto más cuanto su vida personal y social sea más consecuente y coherente con el resultado de esa búsqueda, aunque ello suponga tener que disentir de la “verdad oficial”, en aras de mantener la libertad de nuestra conciencia. Huiremos así tanto del fundamentalismo, como de las adhesiones “incondicionales”. 
Yo sí que te digo, querido amigo Almagro, que espero no haberte cansado con tanta disquisición. En manera alguna me has aburrido con tu aportación y, por tanto, no hay nada que perdonar.
 

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