Lucía y el Arco iris

21-12-2008.
(Técnica del cuento: “El Binomio fantástico”)
Binomio: GafasArco iris.
Estaba nublado. Era una mañana fresca de otoño.
La madre de Lucía miró el despertador y dio un salto de la cama ¡Eran las 8.30! No había sonado la alarma. ¡Se habían dormido!

Se acercó, con rapidez, al cuarto de Lucía:
—¡Lucía, despierta, que es muy tarde!
Casi sin tiempo para nada, prepararon la mochila.
—¡Lucía, ayúdame; mete el bocadillo, la botella de agua, el zumo…! Pero hazlo rápido, que llegamos tarde al colegio.
Lucia, medio dormida, preparó la mochila.
—¿Lo has guardado todo? —preguntó su madre—. ¡Venga, vamos, rápido!
Lucía cerró la puerta de su cuarto y no se dio cuenta de que las gafas se habían quedado olvidadas en la mesita de noche, encima del cuento que su madre le había contado aquella noche antes de dormir.
Cuando llegaron al colegio, sonó el timbre. ¡Era la hora de entrar! ¡Menos mal; habían llegado a tiempo!
Lucía entró al patio donde estaba la “seño”, esperándola y cuidando la fila de los niños de cinco años. Su madre esperó hasta que Lucía se colocó en la fila y se fue tranquila. ¡Dios mío, cuando llegue a casa tendré que mirar a ver qué le ha pasado al despertador!
María José, que así se llamaba la “seño” de los de cinco años, saludó a los niños y les dio la bienvenida.
Miró a Lucía y le preguntó:
—Lucía, ¿dónde están tus gafas?
Lucía, que todavía no había sacado el desayuno de la mochila, metió sus pequeñas manos dentro de ella, buscando sus gafas. Pero no las encontró. ¡Con las prisas, las había olvidado! María José se acercó a Lucía y le dijo:
—¿Qué pasa, no las encuentras?
Lucía se puso triste. Ella sabía que las gafas eran muy importantes. Las necesitaba para ver mejor y así poder hacer las tareas de la clase.
La “seño” se preocupó un poco e intentó tranquilizar a Lucía.
—¡No te preocupes Lucía! Yo llamaré a tu madre y ella te las traerá de momento.
De pronto el cielo se oscureció y se cubrió de nubes grises.
—¡Voy a cerrar las ventanas! —dijo María José—. Va a llover. ¡Menuda tormenta!
Los niños estaban tranquilos. Ellos se sentían seguros en la clase de la señorita María José.
Fue una tormenta fuerte, pero ligera.
—¡Qué extraño: ya casi no llueve! ¡Mirad —dijo la “seño”—: por allí ha salido el sol y todavía está lloviendo un poquito!
Luis, un compañero de Lucía, miró por la otra ventana de la clase y avisó a la “seño”, dando gritos de sorpresa y de alegría.
—¡Mira, “seño”: el Arco iris! ¡Está allí; ha salido!
Todos los niños se levantaron corriendo y se acercaron a la ventana donde estaba Luis. La “seño”, sorprendida por el alboroto, dijo a todos los niños que se sentaran. Lucía también se había levantado, había mirado por la ventana, pero no había podido ver con claridad el Arco iris.
La “seño” dijo a los niños que se quedaran tranquilos. Abrió todas las ventanas y contemplaron la belleza del Arco iris. María José notó que Lucía estaba triste.
—¿Qué te pasa Lucía? —le preguntó.
—¡Todo ha sido por culpa del despertador! —dijo—. Mamá se ha dormido, hemos venido al colegio muy rápido y he olvidado las gafas. ¡No he podido ver bien el Arco iris!
María José le dijo que no se preocupara. «¡Pero algo tenía que hacer!», pensó. Entonces, recordó una vieja canción que había escuchado de pequeña y tuvo una idea genial.
Dijo a todos que estuvieran atentos. Que cerraran los ojos, como si estuvieran dormidos.
Cuando todos los niños estaban con los ojos cerrados y en silencio, les dijo:
—Ahora todos vais a escuchar al Arco iris. Él va a entrar en la clase y todos, aunque no tengáis gafas y no veáis bien, lo vais a ver.
Los niños estaban sorprendidos. ¿Qué iba a pasar? Lucía no se creía lo que decía la “seño”, pero esperó a ver qué pasaba.
María José comenzó lentamente y muy suave a cantar aquella canción antigua:
«Arco iris, Arco iris.
Rayo de luz y color.
Arco de siete colores.
¡Qué bello, tu resplandor!
Rojo, naranja, amarillo,
verde, azul, añil y morado».
Lucía escuchaba la canción y, a medida que la melodía sonaba, iba viendo dibujado en el cielo aquel Arco iris que antes no había podido ver, porque había olvidado sus gafas.
María José terminó de cantar y se quedó extrañada. Los niños seguían callados y con los ojos cerrados.
No dijo nada. El silencio se mantuvo un rato. Poco a poco, los niños fueron abriendo sus ojos, como si despertaran de un sueño.
María José les preguntó.
—¿Qué habéis visto?
Todos respondieron:
—¡Hemos visto el Arco iris!
—Está bien; pues ahora lo vais a dibujar.
La primera niña que terminó el dibujo fue Lucía. Ella se acercó a la “seño” y le dijo:
—¡Ya he terminado!
La “seño” miró, asombrada, el dibujo de Lucía. ¡Había dibujado todos los colores del Arco iris y no había necesitado las gafas!
—¡Esto es mágico! —pensó.
Escrito el 16 de octubre de 2008.

 

 

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