Un par de pájaros

08-05-2008.
Desde el mismo día en que se anunciaba que Joaquín Sabina iba a actuar en Úbeda, éste ya se había ganado la plena simpatía del público. Dos horas antes de la actuación, el estadio de San Miguel estaba a reventar.

Así, sentado sobre el confortable césped del campo, que desprendía un tenue fresco nada molesto en la todavía calurosa noche veraniega, esperé pacientemente las dos largas horas previas al comienzo de la actuación, “Dos pájaros de un tiro” de Serrat y Sabina, hasta que un sobresalto puso fin a la paciente espera con el anuncio de Iñaki Gabilondo, que aparecía en dos grandes pantallas a ambos lados del formidable escenario, anunciando que el espectáculo podría suspenderse por ausencia imprevista de los dos protagonistas. O sea, más o menos nos daba a entender que los dos pájaros habían volado sin decir ni pío. Pronto supimos que se trataba de un ardid para darle expectación al acto, por lo que más de uno ya pudo recuperar el aliento.

La irrupción en el escenario de los dos cantautores fue clamorosa, en medio de un fastuoso montaje de sonido y color. Después de cuarenta años de vida pública, Sabina actuaba por primera vez en su pueblo. Dijo sentirse enormemente satisfecho de volver a casa, e inmediatamente tuvo palabras de condolencia para los desaparecidos en las riadas de Sabiote y Navas de San Juan que calaron hondamente en el público. También enfatizó que era amigo del alcalde de Úbeda, Marcelino, respondiendo a preguntas de Serrat.
Y ya metidos en faena, el escenario reveló la verdadera talla de los actuantes. Una talla cuya medida la da el baremo que cada espectador lleva en su cabeza, o en su corazón; o sea, que puede haber tantas tallas como espectadores. La contemplación en el escenario de la actuación aporta datos de la personalidad del artista: gestos, matices de voz, calidad de improvisación, etc., imposibles de apreciar oyendo un disco. Así, habrá quienes, aplicando ese baremo personal, la talla del cantante gane muchos puntos; y habrá quienes preferirán oír sólo las canciones en disco antes que asistir al directo en el escenario. Este es mi caso. Según mi baremo, debo confesar que después de visto el espectáculo, la puntuación de Sabina ha bajado bastantes enteros. Es preferible oír sus discos (algunos maravillosos, insuperables) rodeado de un buen ambiente, antes que ver de nuevo a Sabina en un escenario. Quizás en lo que sí podríamos estar todos de acuerdo es en la sensibilidad de sus canciones, a pesar de tener una voz horrorosa y fatal melodía, por él mismo confesado: es un buen poeta que recita cantando en un todo que agrada. Y puesto que son dos los pájaros, quiero decir que Serrat me defraudó menos.
Otro aspecto en los que también podemos estar de acuerdo es en que son unos malísimos humoristas. Sus chistes son tan antiguos que han perdido vigencia y por tanto la gracia. En algunos de ellos usan los tópicos de siempre (“topicazos” diría yo): como cuando Sabina le dijo a Serrat que «desde Despeñaperros para arriba se trabaja, y desde Despeñaperros para abajo se torea». Ya sabéis, currantes de todos los gremios, sindicalistas, Partido de los Trabajadores… en Andalucía, en la Andalucía de Chaves, no se trabaja: se torea. En un principio pensé que Serrat enmendaría la plana a su socio, que trataría de arreglar de alguna manera ese exabrupto, ya que inmediatamente respondió: «Bueno, eso de que se torea…, que se lo pregunten a los olivareros… que le pregunten a los olivareros cómo torean el hambre». No arregló el entuerto, lo torció aún más. Qué sabrá este pájaro de olivareros. Cuántos millones de catalanes quisieran vivir como viven los olivareros.
Ya sabe usted, señor alcalde, don Marcelino, amigo de Sabina, este “par de pájaros” se ha llevado (por su trabajo) del Ayuntamiento que usted preside, una cantidad que puede estar entre los 110 000 y 120 000 euros (20 millones de pesetas), además de lo que han recaudado en la taquilla. Todo ello a pesar de la bancarrota con la que ustedes dicen que se han encontrado en el Ayuntamiento. ¿Donde están sus socios de gobernabilidad que preconizaban «menos fiestas y más obras sociales»?
Sabina ya tiene méritos para que le dediquen una calle, o para que le levanten una estatua; más aún si le sumamos los méritos de la función de la plaza de San Lorenzo.

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