Las marismas

19-06-07.
TODAVÍA LA TARDE ERA UNA CASA deshabitada; sin manteles
ni sábanas. Ni siquiera las bandadas de ánsares cruzaban
las marismas en silencio, mecidas, verdes y olorosas, frente a
la ventana abierta. Una casa sin muebles ni visillos
ni cortinas; sin libros de aventuras en el velador bajo
el quinqué de plata, ni copa con restos de coñac y besos fríos

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