A tientas

09-06-07.

De golpe envejeció la primavera.
De golpe mi jardín se puso umbrío,
y hasta la firme undosa enredadera
quedó desorientada por el frío.
A. Lara.
Los inviernos, largos, interminables, penosos. Pero con su pequeño contrapunto espectacular. Los árboles, espinos, jaramagos se enjoyaban con polvo de estrellas. Y las calles del pueblo, todas, a derecha e izquierda, amanecían con estalactitas de cristal. Pendían de las canales y eran tan largas que, a trechos, dificultaban el paso por las rudimentarias aceras. Los humeros de todo el pueblo fumaban sin descanso. Crudos inviernos de posguerra… Inviernos de estrecheces, frieras y sabañones. Inviernos que les apelotonaban pegadicos a la chimenea, o al ruedo de una camilla con brasero.

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