Apuntes sobre la Asamblea de 2005

No quería dejar pasar más tiempo sin asomarme por aquí para haceros algunos comentarios sobre la última Asamblea, si es que no estáis muy ocupados con otros menesteres más interesantes.
En primer lugar, quiero felicitar a todos los implicados en la consecución de la misma, en especial a Berzosa. Ahora que tan de moda está lo de pasar a “segunda actividad” para retrasar la jubilación, él ha hecho de su dedicación a la Asociación la suya. Lo malo es que todos dicen ganar más cuando pasan a este estadio y no creo que este sea su caso.

En segundo lugar (sin que el orden signifique preferencia ni distinción) a los interventores en la Asamblea en el Aula Magna por sus magníficas exposiciones. A fuer de ser sincero ‑no sé si pega esta expresión, ni si en realidad está bien escrita, aunque creo que queda muy bien‑ tengo que confesar que acudí a los “discursos” con cierta “retranca”, conocedor de lo que normalmente se “cuece” en estos eventos. Afortunadamente, surgió lo que en el fondo intuía: la calidad de vuestras intervenciones; la del Jefe de Estudios, con moderna técnica de marketing que denota la evolución de la vieja Escuela de Magisterio y su adaptación a los nuevos tiempos; la voz rajada y sincera de Eladio Garzón recordando la sencillez y sabia simplicidad de don Esteban; el tono “saetero”, como buen rociero, de Ballesta leyendo el mensaje encomendado. ¿Te has dado cuenta, Manolo, lo que da de sí tu apellido? Algún día hablaremos del segundo. ¿Cómo definir la presentación que de su libro Al son de una casida hizo Diego Rodríguez Vargas? Veinte horas que hubiera estado hablando, veinte horas que hubiera estado escuchando; ahora sí, ni una más, no nos pasemos. Interesante la visión personal y exposición sobre el fenómeno migratorio; ocurrentes, simpáticas y divertidas sus cuñas durante la intervención. Y como preámbulo del colofón, el humor agridulce de Dionisio ‑cuando escribe me hace recordar aquellas películas italianas de post-guerra de Federico Fellini de nuestra adolescencia‑ proclamando la amistad y admiración que profesa hacia su presentado. ¿La exposición sobre la calidad de la enseñanza? Para mí, ajeno a estas disciplinas y que creía me iba aburrir o no me iba a interesar, confieso que me hizo permanecer atento desde el primer momento y deduje que el profesor Rodríguez Espinar debe impartir entre sus alumnos una enseñanza de calidad, deducción sustentada en el interés que en mí despertó su charla.
En tercer lugar, la comida. Compartimos mesa y conversación con compañeros a los que no veíamos desde hace más de cuarenta años y que no por eso habíamos olvidado. Degustamos maravillosos vinos y observamos a hurtadillas (para ver si aprendíamos algo) las catas de Pepe del Moral. Comimos un maravilloso queso (decidme quién lo llevó y si eso se comercializa en algún sitio, por favor) que nunca antes había probado y créanme, he catado muchos quesos, y… lo pasamos muy bien.
Un olvido imperdonable. Dijo Diego que el libro que nos entregaba era un regalo, que no costaba nada, sólo las gracias y ni siquiera eso. No recuerdo si se las di cuando me lo entregó, y si se las di, seguro que sonaron a fórmula de cortesía: nada más lejos de la realidad. Qué fallo no pedirle que me lo dedicara para presumir de amigo escritor, comprometido con los problemas sociales.
Y por último, en la exposición, aunque no en la cronología, quiero referirme a la medalla que fue entregada a todos los socios. Felicitar al hijo de Pepe del Moral por tan original idea. (He leído por aquí que no saben de quién es el diseño; Berzosa, aunque se disculpa por no haberlo dicho, lo ha publicado en esta página web). Muchos creen que lo clásico y lo moderno son dos conceptos antagónicos. Nada más lejos de la realidad: aquí está la prueba. Me avergüenzo de confesarlo, he perdido mi antiguo diccionario de latín y no logro descifrar el significado exacto de la máxima que aparece en la misma. Me acuerdo del “Hannibal Hamilcaris filius Cartaginensis si verum est quod nemo dubitas…”; me acuerdo de las excepciones aquellas en las declinaciones como “font, fontis; pons, pontis; dent dentis; ent, entis; torrens, torrentis”, pero por mi “mare de mi arma” no logro descifrar lo que pone en la medalla. Que alguien me lo diga por favor que no duermo. ¿Tendrá esto algo que ver con la calidad de la enseñanza?
Jerez de la Frontera. Noviembre 2005.

Nota: Homines, dum docent, discunt. Lucio Anneo Séneca. (‘Los hombres aprenden cuando enseñan’).

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Publicado en: 2005-11-10 (65 Lecturas).

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