Teología de la Liberación

He leído el párrafo de un conocido periodista, que José M.ª Berzosa nos ha introducido en nuestra tertulia del café. Este tipo de personajes sólo aportan crispación a la política, manipulando la verdad a su interés ideológico. Los hay en todas las ideologías. Su análisis de la Teología de la Liberación es simplista y mal intencionado. Si bien es verdad que algunos de los seguidores de esta filosofía teológica pertenecen a grupos comunistas, otros muchos la entienden como puro compromiso de justicia social con el pueblo al que sirven, incluso dando su vida por defender una concepción más auténtica del evangelio que la de nuestros acomodados padres de la Iglesia.

He conocido de cerca a Teólogos de la Liberación. Hace algunos años co‑dirigí una obra de teatro titulada Para que el hombre no sea más víctima del hombre, de uno de estos curas “revolucionarios” (orden de la Consolata ) que pretendía denunciar la explotación de los seres humanos en Iberoamérica. Fue un espectáculo musical, patrocinado por el Ayuntamiento de Málaga en el Teatro Cánovas, en el que participaron veinte actores y actrices universitarios con orquesta del Conservatorio Superior.

Hace diez años, en el monasterio de la Peña de Francia, tuve la suerte de pasear una tarde con un fraile benedictino de ochenta años. Había pasado treinta y uno de ellos en Perú, al servicio de las clases más humildes, y era defensor de la Teología de la Liberación.

“Para que usted entienda la pobreza, necesita vivirla como yo. Es algo que no se puede explicar con palabras” ‑me dijo. Allá, la caridad es un concepto ridículo. En cualquiera de las grandes ciudades iberoamericanas, cientos de miles de personas ‑la mayoría‑ se hacinan en chabolas sin agua corriente, ni alcantarillado, ni escuelas, ni trabajo, ni posibilidad de comprar medicamentos, ni… esperanza. Una minoría oligárquica es la propietaria de toda la riqueza y del control político.

No soy comunista en mi contexto geográfico, pero no sé si lo sería de haber nacido en ese otro entorno descrito por mi compañero de hospedaje. Los curas allí no pueden inhibirse de la opresión y explotación de su pueblo. Denuncian las situaciones de pobreza masiva y piden soluciones de justicia distributiva y no de caridad de “rico Epulón”. Por eso los llaman comunistas. Muchos de ellos han dado su vida por este ideal. Uno de los testimonios más significativos fue el asesinato del arzobispo Romero y la matanza de jesuitas en El Salvador, hace veintiséis años, por denunciar los crímenes sistemáticos que los militares realizaban con el beneplácito de Estados Unidos (entonces gobernaba Ronald Reagan).

¿Cómo se defiende la dignidad en el Tercer Mundo? Ghandi consiguió movilizar pacíficamente a las masas en pro de un ideal político. ¿Qué ideal moverá a los pobres para conseguir la justicia solidaria que los terratenientes niegan?

Karold Wojtyla se manifestó contra esta teología, en un momento determinado de su pontificado, con aquel dedo acusador a Ernesto Cardenal, entonces ministro del gobierno revolucionario sandinista de Nicaragua. Después nunca volvió a mencionar su oposición a esta opción. Cardenal dejó el partido comunista, y el mensaje papal fue entendido como necesidad, una vez más, de separar religión y Estado.

Mi contacto con el tercer mundo está, ahora, en Marruecos, pueblo noble y hospitalario, pero sumido en el subdesarrollo propio de tantos países del tercer mundo.

Nuestra sociedad del bienestar se envanece de su solidaridad, pero ignora vergonzosamente el destino de los desfavorecidos. Pasarán cien años para que otro Papa pida perdón por haber negado ahora el uso del preservativo, como prevención de la plaga del sida que asola África; por no reconocer el derecho a ser homosexual, condición impuesta por la madre naturaleza a la que la Iglesia llama aberración; por santificar el sacramento matrimonial a quienes lo pagan por segunda o más veces, incumpliendo “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (añádase… pobre).

No estaría mal que el nuevo Papa continuase la misión de apóstol de su antecesor. Pero ‑Dios lo quiera‑, anteponiendo la compasión y la misericordia por los desheredados de la tierra y por quienes trabajan por la “caridad evangélica que se parece mucho a la justicia” (léase el párrafo del prólogo de Tanguy en la portada de nuestra página web).
 

Copyright © por AA-MAGISTERIO-Safa-Úbeda Derechos Reservados.

Publicado en: 2005-04-13 (43 Lecturas).

Deja una respuesta