¡Levántate… y abrázanos, Rafa!

Amigo y, si me lo permites, hermano Rafa:
Comprobados los ímprobos esfuerzos de tu corazón hermano, es decir de ese “peaso” hombre que es Enrique y visto que andas pachucho del miocardio con tus manías de seguir alanceando molinos de viento, es hora de que tu seguro admirador se atreva a poner una pica en esta página web de nuestro terruño safista en la certeza de que desde Andújar hasta Lisboa, aunque no vuelen bandadas de primerizas golondrinas, sí que surcarán por los cielos lenguas de fuego brujuleando hasta la caldera de tu vida, esa caldera que siempre estuvo borbolleando y que a tantos comodones, acomodaticios, fantoches y monipodios escaldó sin tregua ni descanso…

Yo siempre tuve para la libertad dos referentes: la embridada libertad de mi padre, al que tú conociste en un patio parralero de esta Andalucía esclava, y la desbocada libertad de aquel poeta alcalaíno al que los capillitas, santurrones y demás gentes de alma almidonada y sueños arrugados casi lo arrojan a pedradas de la vieja Ben‑Zaida. A buen seguro que todavía llevarás en tus alforjas algún pedrusco de aquellos, porque yo, que también llevo las cicatrices de algunos lapidadores, conservo algún canto redondo, siendo como eran esquirlas…
Siempre he dicho, escrito está, que de esa generación de poetas que parió la Safa, entre los que se encuentran como eximios Ramón Molina Navarrete, Manuel Jurado, Rafael Hinojosa y Antonio Lara, Ramón era la brisa, Manuel Jurado la piedra que florece, Antonio Lara el buscador de laberintos y tú, amigo Rafa, el viento latigado…
Lleva más razón que el canjilón de una noria tu hermano Enrique. Lleva razón en llamar a tus portones para que te abras a nosotros, y no porque tú tengas necesidad de aventuras, sino porque nosotros, en este desierto donde la fantasía se vende a los niños en tomos de a kilo, donde la coherencia es un camaleón bífido y donde el hacha del leñador está enmohecida de bienestar, tenemos sed de ti, de tus versos y de tus palabras, de tus heridas y de tus hosannas, de tus sonrisas y de tus zarandeos…
Dice Enrique, nuestro hermano, que el doctor intentaba explicarle en portugués la grandeza de tu corazón. Ese doctor no descubrirá nunca las Américas, porque todos los que convivimos y “glorivivimos” junto a ti en aquella juventud puñetera, maniquea y a cara de perro, tenemos algo en común que nos hace reconocernos y conocernos como podencos entre galgos: la rebeldía…
Yo me uno al grito de Enrique. ¡Hazle trampas a Dios y abandona la escollera! ¡Deja de nadar aguas arriba y déjate llevar hasta el sur del Sur, donde Granada te espera y tus amigos, los niños de don Jesús, de don Isaac, de don Lisardo, de… tantos faros que nos alumbraron en la noche prodigiosa en que florecimos, quieren hacerte comulgar con la rueda de molino de la cibernética! ¡Otras plagas peores has padecido… y ahí estás para que se fastidien los pulpos y aprendan los tiburones lo que es volver a Ítaca!
Ven a nosotros para cantar la copla que todos aprendimos, para airear la bandera que todos enarbolamos, para esparcir a voleo la consigna que heredamos de nuestros padres honrados y de nuestros maestros ejemplares. Copla, bandera y consigna en la que tú llevas clavado una tira de eternidades. ¡Desclávate de la libertad!
Con pasión, tu otro hermano, Pablo.

 

 

Copyright © por AA-MAGISTERIO-Safa-Úbeda Derechos Reservados.

Publicado en: 2006-03-16 (79 Lecturas)

Deja una respuesta