¿Dónde está el bosque?

LA TRIBUNA MALAGUEÑA
 
«El futuro de los bosques será nuestro propio futuro. Si ellos desaparecen, a nosotros nos podrá ocurrir lo mismo» (Programa LIFE de la Unión Europea).
Editado en Diario Sur Digital el jueves, 4 de noviembre de 2004.
 
El desierto avanza en nuestro país. Las lluvias torrenciales, propias del clima mediterráneo, encuentran una tierra fácilmente erosionable por la ausencia de cubierta vegetal. En la actualidad sólo queda el 20% de los bosques que hubo en el pasado, perdiéndose anualmente 67 millones de toneladas de suelo por la erosión.
Cuando aún seguimos debatiendo sobre el cauce del Guadalmedina y la reforestación a gran escala que nunca llega, la vorágine inmobiliaria que sólo quiere beneficios rápidos a costa de una masiva demanda, arrasa cuanto puede intentando en numerosos casos obviar la legislación que protege los derechos y la seguridad de los ciudadanos.

Ha llegado un nuevo otoño y las consecuencias de posibles riadas siguen siendo imprevisibles. Esta situación me animó en el curso escolar 1998/99 a realizar una experiencia educativa con los niños y niñas de 5.º de Primaria del colegio Jorge Guillén de Málaga, donde ejerzo de maestro, que sirviese para sensibilizar a las instituciones y personas que tienen algún poder en la toma de decisiones a favor de las soluciones definitivas. Después de estudiar la climatología y paisaje típico mediterráneo, pretendíamos descubrir los restos del bosque que debió existir en nuestro entorno más próximo y que, de no haber desaparecido, hubiera impedido la destrucción de una parte del colegio la noche del 26 de noviembre de 1989 cuando una gota fría descargó sobre Málaga 140 litros por metro cuadrado. El arroyo buscó su curso natural rompiendo muros y arrasando cuanto encontró a su paso.
Mis alumnos aprendieron que hace dos mil años el 95% del territorio español era bosque, sistema natural capaz de sujetar el arrastre de tierras erosionadas con las lluvias torrenciales. Desde entonces, diferentes causas han contribuido a su destrucción: la expansión de la agricultura, ganadería e industria maderera en la Hispania romana; el incendio devastador para evitar emboscadas en la Edad Media; la necesidad de madera para la construcción de barcos a partir del descubrimiento de América (a la flota española se le llamó ‘bosque flotante’); la tala de 5,5 millones de hectáreas en el siglo XIX para obtener carbón y abrir tierras que favorecieran cultivos y zonas de pastoreo.
En 1544 el río Guadalmedina inunda por primera vez la ciudad de Málaga. En 1628 se desbordó afectando a los barrios del Perchel y de la Trinidad, provocando más de seiscientas víctimas mortales y considerables daños económicos para la época. En el siglo XVIII la situación se repite con más frecuencia y en el siglo XIX, después de soportar varias inundaciones, se llega a la conclusión de que el origen del problema era la deforestación de los Montes de Málaga. En el reparto de tierras de monte que los Reyes Católicos hicieron entre la población cristiana llegada a Málaga tras la toma de la ciudad, está la clave para entender este fenómeno. Los nuevos propietarios destruyen lentamente la masa arbórea para plantar vid, cultivo que requiere el arado de la tierra después de cada verano, lo que favorece su arrastre en las lluvias otoñales.
El siglo XX es aún más catastrófico. La ‘riá’ de septiembre de 1907, unida a la crisis que provoca la destrucción de los cultivos de la vid por la plaga de la filoxera, hizo que se empezaran a buscar soluciones.
Cuatro siglos de catástrofes y uno de búsqueda de soluciones es mucho tiempo para que todavía nuestras Administraciones Públicas no se impliquen con carácter de urgencia en las medidas necesarias, tanto legislativas como económicas.
Estamos en peligro de desertización y sólo las grandes inversiones de la Unión Europea en la reforestación de los montes junto a programas educativos para prevención de incendios, impedir la construcción de edificios en los cauces de los arroyos consecuencia del crecimiento urbanístico… evitará las inundaciones que, año tras año, suceden en Málaga y Rincón de la Victoria.
En nuestra experiencia escolar no pudimos encontrar el bosque, pero sembramos la semilla de la inquietud ecológica investigando la escasa flora en las proximidades del arroyo Gálica. Mis alumnos comprendieron la importancia de la clorofila en un experimento de laboratorio, aprendiendo a clasificar hojas y a diferenciar las formas de reproducción vegetal. También se plantaron más de quinientos árboles y arbustos de especies mediterráneas y observamos como el lastre era vertido impunemente a los cauces de los arroyos con el peligro de ser arrastrado por la corriente y provocar taponamientos.
En el siglo XVII Francis Bacon decía que la verdadera ciencia es la ciencia de las causas. La búsqueda del hipotético bosque era sólo la excusa para fomentar el espíritu crítico desde el análisis científico y descubrir los restos de un complejo e inexistente mundo natural llamado bosque mediterráneo. Fue nuestra modesta contribución desde el punto de vista educativo.
 
«¿Dónde está el bosque?» fue premio nacional Santillana 1999.
 
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Publicado en: 2004-11-05 (55 Lecturas).
 

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