Festival internacional de teatro en Tetuán

Atardecía cuando entramos en la Medina de Tetuán. Otra vez la vuelta al pasado me producía estremecimientos que no acierto a describir. Supongo que también a los componentes del grupo de Teatro del Lazzi, quince jóvenes deseosos de conocer la enigmática noche tetuaní. 
Calles tortuosas, rincones tenebrosos, hombres rezando, voz de almuédano dirigiendo la oración. Y nosotros, únicos extranjeros en esta bendita tierra en la que todo el mundo se desea paz ‑Salam Alikum‑ y ofrece hospitalidad sin límites.


El recorrido por la calle de las mezquitas nos dejó sobrecogidos. Luces, sombras, gente que va y viene, venden, compran, regatean entre la gente, muchísima gente que camina de un lado a otro sin posibilidad de averiguar a dónde van, porque seguramente no van ni vienen, sólo deambulan por inercia esperando que el tiempo decida el final del camino. Cada rincón tiene un encanto diferente dentro de un armónico concepto de ciudad intimista y, sin embargo, abierta en sus relaciones humanas a través de  la artesanía y el mercado, como una proyección de ciudad nazarí.
La Medina de Tetuán, igual que las ciudades de Al-Ándalus, siempre ha sido un referente de sociedad pluricultural: descendientes de andalusíes, rifeños de procedencia rural, hebreos, muslines, hindúes, gitanos, protestantes, católicos, ortodoxos rusos… han convido durante siglos en un clima de respeto mutuo. En esta vistosa, artística y seductora ciudad ‑como la llamó el escritor granadino Pedro Antonio de Alarcón‑, la gran cantidad de oficios artesanales, que se agrupan en gremios, y éstos en calles diferentes, nos recuerdan al sistema gremial que existió en España durante la Edad Media y épocas posteriores.
Embriagados de armonía, fruto del equilibrio entre lo humano y urbano, nos encontramos a la salida con el bellísimo espectáculo del palacio real iluminado. El contraste del dorado de la puerta principal con el blanco inmenso de la fachada, invitaba a detenerse unos minutos antes de continuar el recorrido por la zona del antiguo Protectorado español ‑avenida Mohamed V‑, en la que las teterías y tiendas de piel se suceden en un ambiente de interminable tertulia.
Después de disfrutar, en el magnífico teatro de la Casa de la Cultura, de una interesante y crítica obra de teatro, en árabe, sobre el radicalismo islámico, el hotel Panorama acogió nuestro merecido descanso tras una intensa jornada.
Al día siguiente, entre nubes juguetonas en la lejanía, volvimos a sentir la presencia cercana de la montaña que, con autoridad, presidía el verde paisaje del campo marroquí. El sonido del silencio al amanecer y el llamativo vestuario de los campesinos beréberes, transportando las frutas y hortalizas que han de vender ese día, era el preludio de nuevas experiencias.
Por la mañana, la presentación de mi libro Al son de una casida en el salón de plenos de la Comunidad Urbana de Tetuán, acto especialmente emotivo y significativo por el tratamiento y honor que recibí de las autoridades y asociaciones tetuaníes; por la tarde, representación de La Nueva Familia, de la Comedia del Arte, género del Renacimiento italiano, que por primera vez llegaba a un país africano.
El teatro de la Casa de la Cultura, con aforo próximo a las mil butacas de patio, nos recibió con expectación. Nuestra Comedia del Arte clausuraba este magnífico festival internacional de teatro al mismo tiempo que el Ateneo de Málaga homenajeaba  a las más relevantes personalidades del mundo de la cultura marroquí. La obra, preparada para esta ocasión, era una graciosa trama de amoríos que, hábilmente, cuestionaba determinadas costumbres, caricaturizadas en el amor de un príncipe turco a una princesa turca poseedora de una gran fortuna, que muchos ambicionaban.
Para suplir el obstáculo de la lengua en la comunicación entre actores y público, La Nueva Familia se ha basado en el movimiento más que en el lenguaje, en los gestos más que en las palabras. La improvisación de escenas de humor consiguió que el público se enredase e identificase con los actores. De ese lazo (lazzi) de unión público‑actores, esta joven compañía ha tomado prestado su nombre: Teatro del Lazzi.
El II Festival de Teatro de Tetuán ha sido la presentación en Marruecos de Alerquino, Pantalone, Il Capitano, Pulccinela, Colombina y demás personajes de la Comedia del Arte. Un selecto público marroquí supo reconocer y aplaudir tan comprometido trabajo, dirigido magistralmente por Javier Oliva. Ellos, junto a una reducida comisión del Ateneo de Málaga, han sido testigos del transcendente acontecimiento.
Diego Rodríguez Vargas es Vocal de teatro del Ateneo de Málaga
y miembro de la comisión Interreg III-A.
 
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Publicado en: 2005-12-11 (67 Lecturas).
 

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