Querido don Jesús:
No soy el más indicado para dedicarte estas líneas de reconocimiento, porque tienes muy buenos e ilustres amigos, capaces de glosar un buen artículo lleno de todas las cosas buenas que tú te mereces. Pero al menos, como “el tonto del lugar que se creyó golondrina y un día se echó a volar desde lo alto de una encina”, me atrevo y me dirijo a ti para que mi granito de arena, si es posible, complemente tus recuerdos.