10-07-2010.
Hoy, cuando ya a lo único que puede aspirar es a una muerte repentina, que le libre de ser un dolor infinito o un vegetal que ingiere y ensucia… Y que movido por una grúa, apena y asquea a cuantos le sufren, no sabe si esta interinidad, esta oquedad de vida, de ser, es un don o un vivir muriendo gota a gota, sin consuelo ni esperanza.
A veces, una ventolera de luz le despeja el ánimo. Porque siente que, desde fondos abisales, milenarios, le trepan hasta las neuronas ansias de vida; y algo le incita a gozar del sol y del aire… de la gente… Y se pone un libro en la mano… y subraya un pensamiento, y anota una bibliografía… Porque renunciar al saber, al crecimiento, ya es morir… Y él, ¡¡quiere vivir!! Y por esto exprime el día a día cada minuto.
Pero enseguida todo: el paso, la voz, la torpeza de su hacer, le recuerdan que es un escombro. Un árbol «hendido por el rayo» que se niega en vano a perder su verticalidad, unas hojas verdes… Porque a pesar de su carcoma, ama la selva. Y teme perderse en la nada. Entonces escribe:
¡Sobrevivir!
Cuando yo me vaya,
y acaso mi alma se hunda en la nada,
dadles a mis labios
aquel crucifijo…
Aquel crucifijo que mi madre besara,
pobrecita, antes que expirara…
Aquel crucifijo ponedme en la mano.
Y abridme la tumba a los pies de un manzano.
Quiero florecer. Perfumar el aire.
Y ser fruto dulce, goloso, en verano…
Nido del jilguero
que saluda al día en horas tempranas.
Gozo y alegría
de esos mozalbetes que anhelan mis frutos.
Dejadles que escalen mis ramas
y rían mordiendo mis tiernas manzanas.
Aquel crucifijo ponedme en la mano,
que aun siendo ya polvo
fiel quiero ser
a aquel Nazareno
que me hizo soñar,
que me hizo creer
que Dios existía y Dios era bueno…
Y quiero ser… mosca, cigarra o araña…
Que no quiero, no,
hundirme en la nada…
y acaso mi alma se hunda en la nada,
dadles a mis labios
aquel crucifijo…
Aquel crucifijo que mi madre besara,
pobrecita, antes que expirara…
Aquel crucifijo ponedme en la mano.
Y abridme la tumba a los pies de un manzano.
Quiero florecer. Perfumar el aire.
Y ser fruto dulce, goloso, en verano…
Nido del jilguero
que saluda al día en horas tempranas.
Gozo y alegría
de esos mozalbetes que anhelan mis frutos.
Dejadles que escalen mis ramas
y rían mordiendo mis tiernas manzanas.
Aquel crucifijo ponedme en la mano,
que aun siendo ya polvo
fiel quiero ser
a aquel Nazareno
que me hizo soñar,
que me hizo creer
que Dios existía y Dios era bueno…
Y quiero ser… mosca, cigarra o araña…
Que no quiero, no,
hundirme en la nada…
No le sueltan… Como un zarzal son del que no logra desenmarañarse. Dios y la muerte. A la muerte la siente como al caballo de Lorca, «tocando el tambor del llano». Pero a Dios… Amanece cada día invocando su nombre. «Señor, por ti pregunto, / dime la hora y las señales, / que he de saber quién eres…». Y esperanzado se levanta porque a lo mejor hoy le deja una nota en el buzón… Un signo, un jeroglífico que desentrañar.
Hurga y revuelve dentro de los adentros… Y solo duda y desierto halla:
Yo te busco allá en mi adentro.
Te llamo y no me respondes…
Dime, ¡oh, Dios!, dónde te escondes
que a rastras voy a tu encuentro.
Te llamo y no me respondes…
Dime, ¡oh, Dios!, dónde te escondes
que a rastras voy a tu encuentro.
A veces entra en algún templo a refugiar la desolación y esconder su llanto. Hoy, en San Pablo. Y cantando estaban como unos descosidos: «El auxilio me viene del Señor…». A él también… Su gran descampado, su Sahara infinito, le llega de lo alto, del Dios mudo y escondido.
Y en el campo le habla y razona con el alma temblando, muriéndosele en cada palabra:
Mira que el tiempo me apremia.
Que mi mal es fiero y fuerte.
Que estoy herido de muerte.
Tocada mi fe de anemia.
Que mi mal es fiero y fuerte.
Que estoy herido de muerte.
Tocada mi fe de anemia.
¿Es que Tú nunca me oirás?
¿Es que mi angustia no basta?
Tu silencio, Dios, me aplasta.
Y yo ya no puedo más…
Perdido en la oscuridad
ando errante, peregrino.
¿Cómo haré yo mi camino
sin Dios, sin norte ni paz…?
¿Es que mi angustia no basta?
Tu silencio, Dios, me aplasta.
Y yo ya no puedo más…
Perdido en la oscuridad
ando errante, peregrino.
¿Cómo haré yo mi camino
sin Dios, sin norte ni paz…?
¿Qué hacer? Ya todo está hecho.
Mis laureles y vergüenzas
yo dejo sobre un altar.
Júzguelos Dios o el azar…
Que mi vida es un barbecho
y no hay nada que esperar…
Si es que tú existes, Señor,
también a mí por tu amor,
ábreme tu pecho
que yo quiero entrar.
Me duele la vida
y llego deshecho
de tanto dudar.
Mis laureles y vergüenzas
yo dejo sobre un altar.
Júzguelos Dios o el azar…
Que mi vida es un barbecho
y no hay nada que esperar…
Si es que tú existes, Señor,
también a mí por tu amor,
ábreme tu pecho
que yo quiero entrar.
Me duele la vida
y llego deshecho
de tanto dudar.