Estoy veraneando en Torre del Mar y observo -con pena y desazón- cómo sigue en pie el botellón que tan mal se inventó décadas atrás y que prende -como fuego estival continuado y con mucha fuerza- entre las nuevas generaciones de adolescentes, aquí y en otras muchas ciudades y pueblos de nuestra querida España, sin que nada ni nadie pare esta ignominia o desacierto.
Desde luego, como sociedad hemos fracasado estrepitosamente en este crucial asunto y en otros muchos (poner coto a la pobreza, a las guerras y conflictos bélicos, a los asesinatos de personas por su cónyuge o pareja, y también estamos fracasando en asuntos sanitarios, alimenticios, escolares…), pues por intereses espúreos de diversa procedencia y calibre (aunque principalmente pecuniarios y mercantiles, entre otros), no se pone remedio a este mal social -ya endémico- en el que los jóvenes se encuentran inmersos y, por desgracia, tan a gusto, sin prever las consecuencias personales y sociales, presentes y futuras, que ello les puede conllevar en un futuro no tan lejano.
Debe ser súper difícil ponerle coto y buscar otras alternativas más lúdicas y seguras de diversión y ocio, cuando ninguna autoridad consigue su erradicación. O, a lo peor, es que no interesa quitarlo… El dinero que mueve el botellón y los intereses partidistas, con el marchamo de progresistas, lo impiden. Siempre habrá quien lo defienda “por el bien de la juventud” (¿?) que lo practica asiduamente.
Estamos en una sociedad de locos y nadie quiere ni puede solucionar definitivamente el espinoso tema del botellón. Así que irán cayendo paulatinamente demasiados adictos en la sima del alcohol, del tabaco y otros vicios no tan ocultos (drogas, sexo…), sin que nadie mueva un solo dedo para solucionarlo. La alegoría bíblica de las ciudades de Sodoma y Gomorra puede indicarnos por qué no hubo suficientes justos para salvar a esas ciudades de su destrucción por el fuego divino…
Torre del Mar, 27 de julio de 2022.
Fernando Sánchez Resa