Tristeza y esperanza

Querido Antonio:
Era jueves, 9 de mayo, cuando recibí una llamada -en mi móvil- de la Residencia de Mayores de Peal de Becerro (Jaén) en la que tú residías desde hace 16 años, cuando murió tu madre. Yo esperaba que fuese Elena, la trabajadora social que está más en contacto conmigo, o Amalia para pedirme alguna autorización de viaje o alguna que otra información sobre tu persona, pero no: era de la gobernanta y por ella me enteré que habías fallecido como un pajarillo mientras comías, sin quejarte siquiera, como era habitual en ti desde que te conozco y vives en esa residencia. Siempre has sido un ejemplo de hombre íntegro que no se quejaba por nada y menos por bagatelas de salud o preocupaciones varias. Eras feliz desde siempre y te lo tenías bien merecido, por tu bondad natural y por esa impronta de superar todas las dificultades con el buen talante que tanto te caracterizaba.


Habías nacido un 17 de diciembre de 1947 en Villacarrillo (Jaén), después de un difícil parto que casi se lleva a tu madre, aunque sería Úbeda la ciudad que más te llenaría y quisiste. A lo largo de tus 76 años has sabido adaptarte con resignación y alegría a cuantos acontecimientos positivos o reveses te ha dado la vida.
Fuiste obediente y acomodaticio a las directrices que siempre te marcaron tus padres, especialmente tu madre, que fue la que más convivió contigo hasta que falleció a sus 87 años.
Tuviste una infancia normal en la que a veces tus coetáneos o tu cohorte de edad se aprovechaban de ti, por ser tan bondadoso y enamoradizo. Fuiste antiguo alumno de la SAFA de Úbeda y a mucha honra. Tenías muy buena mano para los trabajos manuales…


Tu padre falleció súbitamente, cuando tenías 18 años. Y desde entonces tu madre fue tu cuidadora preferente y exclusiva hasta su fallecimiento, siempre luchando por ti para que fueses feliz y te sintieses un adulto en este mundo despiadado que no tiene piedad en tratar al diferente de manera inadecuada. Te aficionaste a los churros desde temprana edad y “Los Buñoleros” era tu cita obligada diaria, con ella, para desayunar opíparamente. También te aficionaste a jugar a la primitiva, quinielas y demás juegos del azar, con la paradoja de que tu madre urdía tu seguro premio semanal para que tú te pusieses contento y creyeses a pie juntillas que eras un afortunado del juego al que siempre le tocaba algún premio. También la lectura diaria del periódico AS la practicabas asiduamente, así como tu filiación futbolística a tu incondicional Real Madrid de tus amores. Tanta fue tu suerte, antes de morirte, que la noche anterior gozaste soberanamente porque tu Real Madrid venció al Bayern, pasando a la final de la Champions League.


Permaneciste muchos años en tu domicilio familiar en “La Chopera”, como le llaman popularmente al edificio que hay enfrente de la estatua de Carnicerito de Úbeda en la Torre Nueva. Allí fuiste dichoso viviendo con tu madre que te colmaba con todos los caprichos que podía, incluidos infinidad de viajes, aunque también te exigía para que te hicieses un hombre de provecho, por lo que te engañaba castamente para que alcanzases la felicidad en todo momento.
Tuvisteis muchos años un kiosco en el parque de Vandelvira, con tu madre Carmen, donde te sentiste muy realizado y conociste a mucha gente de Úbeda, lo que siempre te gratificaba.


Por lo que tú me contabas en las muchas y variadas visitas que te hice tanto a Torreperogil como a Peal de Becerro, siempre has sido un eterno enamorado que quisiste tener diferentes novias a las que amabas platónicamente con un amor intenso, infantil y puro, pero a las que tu madre se oponía no fuera que ellas se riesen de ti o se aprovechasen de tu dinero o bienes, que de todo hay en la viña del Señor.


Y llegó la última etapa de la existencia de tu madre: la de la vejez, en la que fue declinando poco a poco, hasta que tuviste que ser internado y ella te cuidó noche y día en el hospital hasta que se le hincharon las piernas y hubo de ser internada ella también. Entonces es cuando me enteré -pues antes yo solo había tenido una relación superficial con vosotros dos- que precisabais ayuda, porque me llamó una antigua alumna mía desde el hospital preguntándome si yo tenía parentesco o relación con vosotros.


Desde ese momento me acerqué a vosotros y os ayudé en lo que pude -al igual que mi suegra, mi cuñada y mi esposa- para haceros más llevadera la vida, hasta que se os complicó aún más y ya tuvimos que buscaros una residencia cercana, que no pudiendo ser en Úbeda encontramos en Torreperogil: la Residencia San Gregorio, hasta que allí falleció tu madre y hubimos de buscarte nueva residencia para ti en las monjitas de Torreperogil, ya que antes hubierais podido ingresar ambos pero teníais que permanecer separados, al igual que en otra residencia de ancianos de Villanueva del Arzobispo, pero ni tu madre ni tú estabais dispuestos a vivir cada uno por un lado (tú con los hombres; ella con las mujeres) en la misma casa la mayoría del tiempo, tanto de día como de noche. Por eso preferisteis la residencia San Gregorio, aunque fuese más costosa económicamente.
Y, tras permanecer allí un corto espacio de tiempo, te concedieron la Residencia de Mayores de Peal de Becerro que estaba recién inaugurada. Al llevarte allí y gustarte mucho hicimos el traslado, en donde has estado 16 años, siendo el decano actual de todos los residentes. Tenías asignado el numero 21.


Y allí se ha desarrollado tu vida desde entonces. Has sido feliz y agradecido durante todo ese tiempo, pues poco pedías a la vida: con tener comida, techo y cariño cercano, todo estaba resuelto. Y todo ello te lo ha dado durante tus últimos dieciséis años la Residencia de Mayores de Peal de Becerro (Jaén) que era tu casa y tu refugio, donde te han tratado tan bien, como lo que eras: un componente más de esa gran familia que todos formabais (residentes, trabajadoras, gobernanta, director, etc.). Eras un buen compañero de habitación y/o de juegos y todos los cursos ibas a la escuela para repasar y seguir aprendiendo, ya que tenías mucho interés y una letra bonita que te distinguía.
La pena es que la vista te fue fallando casi desde la entrada o antes a esta residencia, pues la mácula se te fue deteriorando y tenías muy poca visión, a pesar de que te llevamos a un oculista afamado y a un óptico destacado. Pero tú siempre te conformabas y con tus gafas estabas contento sin quejarte nunca de nada.

Los años no pasaban en balde y nuevos males te aquejaron por lo que tuviste que pasar por el quirófano sin echar una lágrima ni quejido. Me decías -sorprendido- cómo lloraba y bramaba la gente cuando la operaban de ese padecimiento y tú no llegaste a echar ni una lágrima ni dar una queja. Por si fuera poco toco se te complicó la salud apareciendo nuevos males que poco a poco fueron minándola aún más, agravándosete y provocando diversos internamientos en los hospitales de Cazorla o Úbeda. Por eso, cuando de repente falleciste, no es que me alegrara por ello sino todo lo contrario, pero me dije: «Ya, por fin, ha descansado Antonio, el primo de mi esposa; así podrá gozar de la presencia divina y ver a sus padres y antepasados gozando para siempre del descanso eterno».


Te tocó representar tu difícil papel en este gran teatro del mundo (como escribiera Calderón de la Barca), pero luego todo se fue compensando con el cariño de tu familia, y hasta en esta última etapa de tu vida tuviste la suerte de ver aparecer a Toni, tu hada madrina de la vejez, que te quería y mimaba como si fueses su hijo. Y que, gracias a ella, has salido tantos días de paseo, te has tomado diariamente tus churros con café con leche, has ido de compras o paseos por todo el pueblo, incluso te ha invitado a algunos de sus eventos familiares como si fueses un familiar más. Ella también te ha querido mucho y ha sentido tu pérdida. Te ha llorado tanto como todos nosotros… Ha sido nuestro ángel de la guarda que ha cuidado de ti en la cercanía, con mimo y amor sinceros, mientras nosotros estábamos en Sevilla cuidando y disfrutando de nuestros nietos. Ellos también tuvieron la suerte de conocerte y visitarte este verano pasado cuando todos fuimos a verte y tomarnos un refrigerio en un restaurante de Peal. ¡Qué cara de alegría infantil se te puso cuando los veías tan pequeños y tan majos, recordándote tu infancia ya tan lejana!


El mismo jueves por la tarde llegamos a Úbeda desde Sevilla, tristes y esperanzados por verte, aunque ya amortajado, con esa seriedad que te caracterizaba últimamente, para darte el último adiós y enterrarte en la misma fosa funeraria que tu madre.
Qué tristeza sentí en el momento de tu enterramiento, viendo cómo te bajaban a la tumba y te tapaban los albañiles para al día siguiente poner la lápida en la que figurará tu nombre y la fecha de tu fallecimiento, así como la de tu madre que con los líos de cuando falleció no figuraba aún. Me acordé de mi abuelo materno (que tenía tu mismo nombre de pila) cuando también lo enterraron en un nicho en la parte nueva del cementerio de Úbeda y como aquella noche llovió e hizo frío, cómo sufrí por él por la soledad y orfandad en las que se encontraba. Me acordé también contigo de aquella poesía de Bécquer: “Qué solos, qué tristes se quedan los muertos… “
Pero como los cristianos creemos en la otra vida, seguro que ya has llegado al encuentro con Dios. ¡Descansa en paz, Antoñito, como te llamaba cariñosamente la familia en petit comité! Viniste a este valle de lágrimas a vivir y sufrir, aunque no hayas podido crear una familia, tener una esposa e hijos que te quisiesen como te merecías, pero la familia íntima que tuviste lo hizo lo mejor que pudo contigo y tú a cambio nos diste tu agradecimiento más sincero, aunque no supieses expresarlo con palabras, pero sí con amores y buenas razones.


Goza ya del descanso eterno y de la grata presencia de tus familiares más queridos. Nos encontraremos contigo allá arriba (esperemos que lo más tarde posible): en el Cielo de los Justos, para disfrutar, por fin, de la merecida vida eterna.
Úbeda, 10-5-24
Fernando Sánchez Resa
Antonio Vicente García Latorre nació en Villacarrillo (Jaén) el 17 de diciembre de 1947 y murió en Peal de Becerro (Jaén) el 9 de mayo de 2024. D.E.P.

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