Plaza del Mercado

Juan Ramón Martínez Elvira
La plaza del Mercado, rebautizada posteriormente con diversas denominaciones de carácter político (Plaza de la Constitución, Plaza del Rey, Plaza del Generalísimo y Plaza del Primero de Mayo), ha sido, sin duda, el lugar más emblemático de toda la vida pública ubetense, con clara hegemonía respecto a las otras dos plazas importantes de la ciudad: la de Arriba o de Toledo (hoy, Andalucía) y la de Abajo (desaparecida).

En ella se desarrollaron desde actividades puramente lúdicas (hoguera, toros, juegos de cañas…) hasta las de macabro tinte (ejecuciones y castigos), pasando por ceremonias civiles emanadas del propio Concejo municipal. Y, por supuesto, en ella se vino celebrando desde tiempo inmemorial el mercado concedido a nuestra ciudad por los reyes de Castilla.
El actual contorno de la plaza data de 1868. Anteriormente, cada uno de sus tres frentes habitables recibía una denominación: el del lado oeste fue la Acera de la Carpintería; la frontal a San Pablo recibía el nombre de Cordonería; y la tercera, que hace esquina a la calle del Horno Contador, se llamó de la Espartería. Esta última caía bajo la jurisdicción eclesiástica de Santo Tomás, en tanto que las otras dos pertenecían a San Pablo.
El modelo arquitectónico de sus antiguas viviendas era consecuencia, lógicamente, del uso dado a la propia plaza. Así, por ser esta centro neurálgico del comercio, en sus bajos, y protegidas por los soportales, se situaban las tiendas y las pequeñas industrias artesanales: especieros, regateros, carpinteros, cordoneros, esparteros…
Sobre estos locales comerciales se asentaban por lo general dos plantas destinadas a viviendas. Ahora bien, como otra de las funciones de la plaza era la de ser escenario de festejos de todo tipo, el carácter peculiar de sus fachadas venía marcado por la existencia de grandes balconadas o galerías, que los contemporáneos denominaban «terrados».
La propia iglesia de San Pablo no careció de funcionalidad civil: cuando el Concejo era de tipo abierto, en sus gradas se dirimieron cuestiones importantes para la ciudad y desde ellas se leían todos los edictos y ordenanzas. Incluso el ámbito privado se sirvió de este edificio, utilizando como miradores sendos tabladillos o balconajes, emplazados a uno y otro lado de la puerta principal.
En el lado de la Carpintería hay que destacar el edificio que fuera sede del Ayuntamiento, inaugurado sobre 1514, pero que sufrió dos importantes remodelaciones: una, hacia 1558 y otra en el siglo XVII, concluyéndose en 1680. Manuel del Álamo, arquitecto y escultor, debió dar su traza y realizar las imágenes de San Miguel y San Juan de la Cruz.
Algo más arriba del Ayuntamiento se situaba la Alhóndiga, un establecimiento de compra y venta de trigo que al mismo tiempo, servía como mesón. Eran los Cuevas sus propietarios.
El hospital de San Pedro y San Pablo estaba en el costado frontero al de la Alhóndiga. Ya existía en el siglo XV y perduró hasta finales del XVIII. En el siglo XVI se redujeron en él los demás hospitales de la ciudad que anduvieran escasos de medios.
El convento de San Andrés ocupaba el solar donde hoy se alza el IES “Franciscode los Cobos”. Se fundó en 1531 sobre el antiguo hospital de San Andrés, llamado también Hospital de la Misericordia, cuya misión era acoger pobres y enfermos y enterrar a los ajusticiados en la plaza del Mercado. Posteriormente, los frailes de San Andrés fueron designados por el Concejo para decir la misa diaria en la capilla del Ayuntamiento.
De entre las tradiciones más antiguas, desplegadas en el Mercado, estaba la hoguera de San Juan, conmemorativa de la reconquista de la ciudad por San Fernando, el 24 de junio de 1233. Se celebraba este acontecimiento con la quema de los árboles más grandes del término, costumbre que se suprimió definitivamente en 1565 para ser permutada por una corrida de 3 ó 4 toros. Ello no significa, en modo alguno, que fuera entonces cuando dieran comienzo los festejos taurinos en Úbeda, pues estos venían celebrándose desde muchos años antes.
Además de los toros ‑nunca vinculados a la festividad de San Miguel‑, en la plaza se celebraban las distintas ferias, de las cuales la más importante fue la que llevaba el nombre del Arcángel vencedor de Luzbel. Para su desarrollo, el Ayuntamiento hacía levantar unas tiendas de madera cubiertas, junto con dos hiladas de vigas en las que se extendían los paños y telas a la venta.
En lo relativo a su vecindario, hay que señalar que prácticamente todas las edificaciones del Mercado eran propiedad de la nobleza. Sin embargo, ningún miembro de ella se avecindó en esta plaza, limitándose a alquilar su casa a los menestrales y mercaderes. De entre todos estos vecinos trabajadores, el más importante, sin duda, fue el tundidor Sebastián de Córdoba, que compaginó su oficio con la literatura, llegando a imprimir algunas de sus obras, como la célebre traslación a lo divino de los asuntos poéticos de Boscán y Garcilaso. Parece ser que el escritor fue alquilando distintas viviendas a lo largo de su existencia, pero puede decirse que, fundamentalmente, vivió en la acera de la Cordonería.
Las más esenciales reestructuraciones urbanísticas de la plaza se verificaron en la década de los 50. Se suprimió ‑junto a las rejas que lo coronaban‑ el muro perimetral de su núcleo interior ‑o paseo, propiamente dicho‑. Se trasladaron a otros lugares de la ciudad el pedestal con la efigie de Cazabán y el monumento al General Saro. Sobre el lugar ocupado por este, el 24 de noviembre de 1959, se inauguró el de San Juan de la Cruz, que aún permanece. Además, se cambiaron algunos de los accesos al paseo y desapareció el Quiosco de Música que daba frente al callejón de San Juan de la Cruz. Posteriormente, el 6 de enero de 1984, se inauguraría el actual, emplazado ahora algo más abajo que el anterior.
Sólo el viejo Ayuntamiento rememora ‑pero en versión de lujo‑ lo que un día lejano hubo de ser una de las plazas más pintorescas y activas de España. Hoy, el paseo del Mercado languidece y sólo se reaviva con algunas fiestas esporádicas que acaban mancillándolo de ruido y suciedades. Pero vecinos y autoridades deben intentar por todos los medios que la vieja plaza del Mercado vuelva a su antiguo esplendor. La reactivación del casco antiguo debe tener puesta aquí su mecha de ignición.
06-06-2010.

 

Visita organizada por el Museo Arqueológico de Úbeda.

Autor del texto y comentarista de la visita, Juan Ramón Martínez Elvira.

Autor de las fotografías y director del Museo, José Luis Latorre Bonachera.

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