En la simpar ciudad de Úbeda cada día crecen los escritores y artistas como setas, aunque los poetas sea una estirpe más difícil de brotar y propagarse.
Para mí la poesía siempre fue mi primer amor literario y que me perdurará para siempre, pues contiene el germen resumido de lo que se quiere expresar de una manera exquisita, valiente y, a veces, hasta críptica, pero siempre anhelada y elegante.
Este pasado verano estuve en casa de mi amigo Ramón para hablar largo y tendido de la vida y de nuestras creaciones literarias, especialmente de las suyas; y Ramón me sorprendió regalándome y dedicándome un par de libritos de poesía, que brotaron en 2020 y 2022, respectivamente, de su hontanar y caletre poético, con la frescura y sencillez que le caracteriza, cual si fuese un niño adulto que se expresa libremente con su característico lenguaje cotidiano que le sale del alma.
El primero se titula Dejad que los niños se acerquen a mí (La vida de Jesús en poesía), muy bien ilustrado por Raquel Huerta; y el segundo Vamos de vuelo (Canto poético ilustrado a las aves del mundo), con bellos y conseguidos dibujos de Pedro Lorite García.
Ambos me los he bebido cual si fuese agua fresca, tan necesaria en el caminar y calor de este verano, y me han sentado de maravilla, pues he vuelto a ratificar que tenemos en nuestra ciudad un excelente poeta (además de actor, escritor de todo tipo y de obras de teatro, entre otras muchas aficiones y destrezas) al que no se le hace justicia en su difusión y reconocimiento por su buen talante y porque no sea amigo de demasiadas tertulias o propagandas de ningún tipo; pero merece la pena leer estos dos últimos libritos que son esencia sutil y delicada de su gran inspiración poética que ha sabido canalizar con multitud de libros publicados para que todo el que los lea, disfrutándolos plenamente, se diga «qué suerte hemos tenido en nuestra ciudad patrimonial de ver crecer un poeta de cuerpo entero al que no debemos nunca olvidar ni marginar».
Sevilla, 23 de noviembre de 2023.
Fernando Sánchez Resa