Este amplio colectivo -de tan grande valía y resistencia- que abarca -para mí- desde el parvulario hasta la entrada en la universidad, es justo y necesario darles las gracias y ponerlos como ejemplo, cual cuadro de honor social (al igual que se ha hecho -merecidamente- con los sanitarios, en todos los medios de comunicación), pues habiendo pasado el difícil y complicado curso 2019-20 (de infausta memoria) con la improvisada educación a distancia; y tras soportar siete reformas o leyes educativas, en las cuatro décadas anteriores, ahora están atenazados por la octava, que prepara la ministra Isabel Celaá y que rematará el fracaso -tantas veces anunciado-, por no ponerse de acuerdo los políticos de este país en una cosa tan básica como la educación de los españoles, sin infundirles connotaciones políticas espúreas y ajenas a lo que verdaderamente necesita un españolito de a pie del siglo XXI.