Historias bíblicas – Jonás

Perfil

Por Mariano Valcárcel González.

Empecemos por aclarar que a este profeta se le considera como “menor”, o sea, que algo profetizaba pero no era muy exacto en sus predicciones, o se le creía poco.

Algo de ello debió haber cuando, cumpliendo por fin lo que determinó como mandato divino, se fue a Nínive, donde estaba el poder asirio, para amonestarlos y decirles que en cuarenta días, si no modificaban sus costumbres pecaminosas, serían destruidos… Y pasó el plazo y allí no pasó nada de nada.

Claro, si tú ves a un tío que te da la tabarra y que te promete lo peor y luego no pasa nada de nada, pues que lo menos que haces es reírte del mismo. Jonás fue muy consciente del ridículo que había hecho y pilló un mosqueo de los de no te menees. Hasta el mismo Yaveh se lo tomó con calma y le dijo: «Por mi parte, ¿no debería yo sentir lástima por Nínive, la gran ciudad, en la cual existen más de ciento veinte mil hombres que de ningún modo saben la diferencia entre su mano izquierda y su derecha, además de muchos animales domésticos?».

“¡Tiempos aquellos en los que Yaveh prometía destrucción y muerte y no le temblaba el pulso (o el rayo) para acabar con poblaciones enteras!”, debió pensar el profeta, profetizado con bastante desánimo. Se dice que, tras el chasco, se había retirado a una choza fuera de la ciudad y que desde allí esperaba ver si alguna vez se realizaba su profecía; pertinaz que era el tío.

Sin embargo, tuvo tiempos mejores.

Parece ser que ejerció como consejero ante Jeroboán II, rey de Israel (el de las diez tribus), y hasta de topógrafo, si hiciese falta al determinar el deslinde fronterizo de aquel reino, desde el norte al sur. Tal vez estas cualidades le sirvieron también para ejercer de intermediario entre lo divino y lo humano, hasta que lo divino se le convirtió en carga pesada.

Pues que el empeño de Yaveh era que marchase hacia la ciudad asiria, a profetizar, y el sujeto, sabiendo cómo se las gastaban los asirios, vio en ello empresa bastante peligrosa y difícil de llevar a cabo. Total, que decidió tomar las de Villadiego.

¿Dónde me marcharé que no se me encuentre (o no me encuentre Yaveh)?, calculó. Tarsis, la lejana ciudad de allá las Columnas de Hércules, emporio de riqueza y a más de tres mil kilómetros de estas tierras. O sea, que en vez de irse al este se fue al oeste.

Embarcó, posiblemente en barco fenicio. Y se metió en la bodega para aguantar la travesía (tal vez se tomase una biodramina de aquellos tiempos). Mala fortuna, que se levantó un fuerte temporal. Aquellas travesías de la época (y hasta no mucho tiempo) siempre eran verdaderas aventuras que, si te alcanzaba un temporal y era fuerte, tenías muchas probabilidades de acabar siendo pasto marino.

Los marinos siempre han sido supersticiosos y más cuando el barco amenaza zozobrar; entonces practican ritos y exorcismos variados y rezan a sus divinidades, sean las que sean. Ante el peligro, el capitán mandó rezar en todos los idiomas conocidos y a todos los dioses en activo; agarrando a Jonás, le conminó a rezar al suyo.

Jonás estaba ciertamente avergonzado. Confesó que poco caso le haría su dios si él mismo lo había desobedecido. «¡Hijo de mala madre!, ¡por tu culpa estamos así!», dedujo el capitán, marinería y pasaje… Pues que nada; que te vas al agua, a ver si de esta forma calmamos las iras celestes. Él hizo como que estaba conforme, ¡qué remedio! Y al agua que fue directamente.

Mano de santo, o al menos de profeta menor, que fue penetrar en el mar y calmarse la tormenta. Pero él ya no tenía salvación; era un tributo al mar. Enredado entre algas, daba vueltas y vueltas sofocándose, hasta que el gran monstruo marino, posiblemente el gran Leviatán, se lo tragó de una tacada.

La crónica no nombra a este monstruo, por lo que con terror supersticioso solo se insinúa que pudo ser una ballena. De ahí lo de Jonás y la ballena. Y aquí se parece el relato a un episodio de Pinocho o el cuento de Pinocho al relato de Jonás, que el hombre se encontró, dentro del estómago del animal (bueno, tal fuese su esófago, que de ser estómago lo hubiese digerido), calentito y secándose durante tres días completos hasta que, sin digerir este atracón y con evidencia de corte digestivo, vomitó el pez su carga en playa y en terreno seco; que no volvió a mojarse el tío. No se especifica cuál fue la playa donde la vomitona; pero se deduce que fue costa de la zona de Palestina, que la nave no habría hecho larga singladura, impedida por la tormenta.

Hubo deseado Jonás, en varias ocasiones, que le llegase la muerte.

Imploró la muerte estando en el interior de la ballena e imploró la muerte ante el fracaso de su misión destructora contra Nínive. Hay que admitir que este elemento era ciertamente gafe o bastante inútil para llevar adelante sus misiones. Gafe sí, y así lo entendieron los de la marinería que lo mandaron sin miramientos al agua. También su malaje lo demostró el caso de la calabaza florecida y crecida al lado de su choza. Ya se imaginaba, el simple, que crecería y le daría agradable sombra. Inútil esperanza; que la plaga de la gusanera terminó con lo que apenas había empezado.

También significó, eso, otro golpe en su ánimo y fe; que en el secarral del desierto iraquí viviría expuesto al tremendo sol, al ventarrón ardiente y a la erosión de la arena lanzada a toda velocidad. Esto de retirarse al sufrido campo ya era cosa de creyentes sufridores.

Tal vez, por ello, no se conoce a ciencia cierta el lugar de su enterramiento, aunque en la zona de Mosul se considera que está y así es venerado por moros, judíos y cristianos. Y otra muestra, y esta definitiva, del gafe del pobre Jonás se dio en nuestros recientes años, que los del ISIS, plaga destructora moderna, arrasaron aquel lugar de peregrinación y culto profético.

Triste historia la de Jonás, porque no nos enseña nada, ni la atención que le debiera su dios, porque le indicaba que predicase lo que luego, con toda lógica humanitaria, denegaba realizar. Un timo.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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